Por Bruno Cortés y Oliver García
¿Por qué los ignorantes suelen mostrarse tan seguros?
En 1999, los psicólogos David Dunning y Justin Kruger, de la Universidad de Cornell, definieron un fenómeno que hoy es más vigente que nunca: el efecto Dunning-Kruger. Este sesgo cognitivo describe cómo las personas con baja habilidad o conocimiento en un área tienden a sobreestimar sus competencias, mientras que quienes realmente tienen experiencia suelen subestimarse. La paradoja no solo resulta curiosa, sino peligrosa, sobre todo en ámbitos como la política, la salud pública o el manejo de crisis.
Una ilusión que escala hasta el poder
Este fenómeno ha sido observado tanto en experimentos controlados como en la vida cotidiana. En política mexicana, su manifestación es evidente en discursos simplistas, propuestas inviables y una seguridad sin respaldo técnico por parte de ciertos actores públicos. Se trata, básicamente, de políticos que no saben lo que no saben, pero que lo defienden con una convicción inquebrantable. El resultado: decisiones erráticas, polarización social y una ciudadanía mal informada.
La trampa de la confianza excesiva
Dunning y Kruger probaron que la falta de conocimiento no solo limita el desempeño, sino también la capacidad de reconocer esa misma falta. En otras palabras, la incompetencia priva al individuo de la lucidez necesaria para identificar su ignorancia. Esto crea una peligrosa burbuja de confianza que puede alimentar populismos, negar la ciencia y despreciar el conocimiento técnico.
¿Y los expertos? También son víctimas
Curiosamente, quienes sí poseen habilidades sólidas tienden a infravalorar su nivel de competencia. Esto se debe a que, desde su perspectiva, ciertas tareas o ideas parecen simples, y suponen que todos las dominan. Este fenómeno puede hacer que los verdaderos expertos se retiren del debate público, cedan espacios a voces menos preparadas y se genere una crisis de autoridad basada no en conocimiento, sino en carisma o presencia mediática.
Una lección para el electorado
En tiempos de elecciones, el efecto Dunning-Kruger cobra especial relevancia. La ciudadanía se enfrenta al reto de distinguir entre la seguridad basada en el conocimiento y la arrogancia fundada en la ignorancia. Aquí, la formación cívica y el pensamiento crítico son herramientas esenciales para evitar caer en la seducción de discursos sin fundamento.
La política como espejo del sesgo
No se trata solo de individuos, sino de sistemas. Cuando la estructura institucional no premia el mérito ni castiga la incompetencia, se convierte en caldo de cultivo para el efecto Dunning-Kruger. La política mexicana, con sus cuotas, amiguismos y candidaturas mediáticas, no está exenta de esta dinámica. Pero también hay avances: cada vez más ciudadanos cuestionan, comparan propuestas y exigen preparación real.
El papel de los medios y las redes sociales
Las plataformas digitales han democratizado la opinión, pero también han amplificado el sesgo. Hoy cualquiera puede viralizar una ocurrencia sin sustento, mientras que las voces especializadas quedan sepultadas por algoritmos que premian la seguridad más que la verdad. En este contexto, urge fomentar la alfabetización mediática y la verificación de hechos.
Combatir la ignorancia desde la educación
Más allá de exhibir a los incompetentes, el reto es construir entornos donde equivocarse sea parte del aprendizaje, y no un motivo de vergüenza. La autoconciencia es clave para corregir el sesgo Dunning-Kruger. Por eso, formar ciudadanos críticos desde la escuela básica y universidades públicas fuertes es indispensable para una democracia funcional.
Del sesgo a la responsabilidad política
El efecto Dunning-Kruger no solo es una curiosidad psicológica; es una amenaza latente cuando la ignorancia se disfraza de certeza. En México, reconocer este sesgo puede ayudar a elegir mejor, legislar con base en evidencia y devolver el valor a la preparación. Porque en política, como en la vida, la humildad intelectual es una forma de sabiduría.