Por Juan Pablo Ojeda
Este lunes, cuando todo indicaba que el Senado iba a aprobar una nueva Ley de Telecomunicaciones y Radiodifusión, la cosa se frenó de golpe. Tal como si alguien le hubiera puesto freno de mano a una carrera que ya iba llegando a la meta, la Mesa Directiva del Senado decidió quitar el dictamen del orden del día. ¿Qué pasó? Básicamente, la presidenta Claudia Sheinbaum pidió que antes de correr a aprobarla, mejor se abriera un diálogo con los involucrados.
Y es que este tipo de leyes no son cualquier cosa. Afectan directamente a los medios de comunicación que vemos, escuchamos y leemos todos los días. Desde las grandes televisoras hasta las estaciones de radio comunitarias, pasando por plataformas digitales y hasta los servicios de telecomunicaciones que usamos para conectarnos al internet. Por eso, el llamado de Sheinbaum fue claro: “antes de aprobar, escuchemos”.
La encargada de lanzar esa pelota fue la Mesa Directiva del Senado, que decidió hacerle caso a la presidenta y sacar el dictamen de la agenda justo antes de discutirlo en el Pleno. El encargado de coordinar esta nueva etapa de «diálogo» será nada menos que Adán Augusto López, senador de Morena, expresidente de Gobernación y uno de los cercanos a la mandataria. Ahora él se pondrá al frente de una mesa donde se sentarán tanto los representantes de los concesionarios (o sea, las empresas de medios) como los senadores que trabajaron el dictamen en comisiones.
La idea es que haya un espacio donde todas las partes puedan expresar sus inquietudes, propuestas y, por qué no, inconformidades. Porque sí, muchos dentro y fuera del Congreso levantaron la ceja cuando se enteraron que esta nueva ley iba a aprobarse tan rápido, sin mucho ruido. Lo que se busca ahora es evitar que el Congreso se vea como una máquina de aprobación exprés y más bien actúe como lo que debería ser: un espacio de representación y debate.
La pausa, aunque momentánea, también revela algo interesante de este nuevo gobierno: la intención de mostrarse más abierto al diálogo, al menos en temas polémicos. Y esta ley lo es. Toca puntos sensibles como la regulación del espectro radioeléctrico, la libertad de expresión, la propiedad de medios, y hasta los contenidos que se transmiten. Por eso, una ley así no puede pasar desapercibida o sin que los que van a vivir sus consecuencias puedan opinar.
¿Y qué sigue? Pues ahora viene el verdadero trabajo político: sentarse a escuchar, negociar, modificar y volver a presentar el dictamen. No será rápido ni fácil, pero si el proceso se hace bien, puede salir una ley más sólida, con más respaldo y menos riesgos de amparos, controversias o incluso protestas.
Por ahora, todo queda en pausa. Pero en política, las pausas no significan olvido. Más bien, son esos momentos donde se vuelve al pizarrón a ver si la jugada necesita un poco más de estrategia.