La Jabalinada / Bruno Cortés
La relación entre México y Estados Unidos ha sido compleja, marcada por tensiones históricas y mutua interdependencia. Desde las disputas territoriales del siglo XIX hasta la era contemporánea del Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC), ambos países han mantenido una conexión inseparable que influye profundamente en sus políticas y economías. Ahora, bajo el liderazgo de Claudia Sheinbaum en México y con Donald Trump nuevamente en el centro del escenario político estadounidense, las dinámicas bilaterales enfrentan un nuevo desafío que podría redefinir el curso de la relación.
El comercio y la migración han sido los ejes principales de interacción. Durante el primer mandato de Trump, la renegociación del TLCAN, que culminó en el T-MEC, dejó claro el poder de Estados Unidos para presionar a su vecino del sur. La amenaza de Trump de imponer un arancel del 25% a los productos mexicanos revive estas tensiones y abre la puerta a un conflicto económico con consecuencias potencialmente devastadoras para ambas partes.
Claudia Sheinbaum, la primera mujer en asumir la presidencia de México, ha adoptado una postura que busca equilibrar diplomacia y firmeza. Aunque prioriza el diálogo, no ha dudado en advertir que México responderá con medidas recíprocas si se materializan las amenazas de Trump. Su estrategia incluye destacar el impacto positivo de la diáspora mexicana en Estados Unidos y reforzar la red consular para proteger a los migrantes mexicanos frente a posibles abusos y redadas.
Por su parte, Donald Trump, conocido por su retórica polarizadora, utiliza la migración y el comercio como instrumentos para consolidar su base electoral. Su insistencia en culpar a México por problemas como el tráfico de drogas y la migración irregular refleja no solo un enfoque simplista, sino también una estrategia política dirigida a sus votantes, especialmente en estados fronterizos.
En el ámbito económico, el impacto de una guerra arancelaria sería significativo. México depende de Estados Unidos para el 80% de sus exportaciones, lo que convierte al mercado estadounidense en un pilar de su economía. Sectores clave, como el automotriz y el agroalimentario, podrían enfrentarse a serios problemas si las amenazas de Trump se convierten en realidad. Sin embargo, el daño no sería unilateral. Muchas empresas estadounidenses dependen de insumos y productos manufacturados en México, lo que hace que los aranceles sean un arma de doble filo.
Las reacciones a estas tensiones son diversas. Los empresarios en ambos países han expresado su preocupación por la incertidumbre que generan las amenazas arancelarias. Mientras tanto, la comunidad mexicana en Estados Unidos, una de las más vulnerables, podría enfrentar mayores niveles de discriminación y abusos en un ambiente político cargado. Organizaciones civiles y activistas han llamado a reforzar las políticas de protección para los migrantes y a mantener canales de diálogo abiertos entre ambos gobiernos.
Analistas políticos, como Jeffrey Sachs y Denise Dresser, han señalado que el conflicto refleja las profundas asimetrías en la relación bilateral. Mientras Estados Unidos utiliza su posición dominante para presionar, México enfrenta el desafío de responder con firmeza sin dañar irremediablemente la relación.
A corto plazo, la amenaza de aranceles podría desembocar en represalias comerciales, incrementando los costos de bienes y servicios en ambos países. A largo plazo, el manejo de este conflicto será crucial para la revisión del T-MEC en 2026, una oportunidad para reevaluar y renegociar los términos de la relación económica entre las dos naciones. Además, esta situación podría consolidar la imagen de Sheinbaum como una líder capaz de enfrentarse a presiones externas sin comprometer los intereses nacionales.
El enfoque de Sheinbaum guarda ciertas similitudes con la estrategia que adoptó López Obrador durante las primeras amenazas arancelarias de Trump, aunque Sheinbaum parece dispuesta a utilizar herramientas económicas de manera más proactiva. A nivel global, las tensiones actuales evocan el conflicto comercial entre Estados Unidos y China, donde los aranceles se han convertido en armas políticas con impactos económicos globales.
La relación entre México y Estados Unidos se encuentra en un momento crítico. La necesidad de un diálogo sincero y de políticas que prioricen la cooperación por encima del conflicto será esencial para evitar daños irreparables. A pesar de las tensiones, esta coyuntura ofrece una oportunidad para que México redefina su papel en la relación bilateral, posicionándose no solo como un socio necesario, sino como un actor estratégico con voz y peso en la toma de decisiones globales. La diplomacia y la firmeza serán los pilares sobre los que se construya el futuro de esta histórica relación.