Por Juan Pablo Ojeda
En el Congreso mexicano no todo son gritos, discursos eternos o jaloneos por el presupuesto. A veces, también se cocinan propuestas que, aunque no hacen mucho ruido, podrían cambiar el rumbo de cómo entendemos la seguridad en este país. Ese es el caso del diputado Javier Taja Ramírez, de Morena, quien acaba de meter una iniciativa que, en palabras llanas, busca que dejemos de ver a quienes han delinquido como casos perdidos y empecemos a tratarlos como personas que pueden volver a empezar.
¿Y cómo planea hacerlo? Con una reforma a la Ley General para la Prevención Social de la Violencia y la Delincuencia. Suena largo y técnico, pero en esencia se trata de que la ley diga claramente que parte fundamental de prevenir la violencia es reinsertar a quienes ya estuvieron en conflicto con la ley. Esto quiere decir ayudarles a salir adelante con atención psicológica, educación, chamba y un entorno que no los empuje de nuevo al delito.
Taja no está inventando el hilo negro, pero sí está empujando a que México deje de pensar que la única forma de combatir la violencia es con más cárcel o más patrullas. Él lo dice claro: no basta con castigar, también hay que prevenir y reparar. Y para eso se necesita algo más que voluntad política: se requiere que la ley lo diga, que el presupuesto lo respalde y que todas las instituciones se pongan de acuerdo para trabajar juntas.
Con esta propuesta, la reintegración dejaría de ser un favor o un programa suelto, y pasaría a ser una obligación del Estado. Algo que obligue a las autoridades, desde el gobierno federal hasta el municipal, a poner en marcha políticas públicas que realmente le den una segunda oportunidad a la gente. Y sí, eso también implica trabajar con empresas, ONGs y vecinos.
Además, el enfoque que plantea el diputado va más allá del discurso bonito: está hablando de espacios seguros, de salud mental, de capacitación laboral y de romper estigmas. Porque parte del problema es que a quienes salen de la cárcel muchas veces nadie les quiere dar chamba, ni oportunidad, ni trato digno, y así, ¿cómo no van a volver al mismo camino?
Eso sí, la iniciativa apenas se fue a la Comisión de Seguridad Ciudadana, así que todavía falta camino. Pero si avanza, podríamos estar frente a un giro importante en la forma en que México concibe la prevención del delito: no solo como evitar que alguien cometa un crimen, sino como crear condiciones para que nadie lo necesite.
En resumen: menos mano dura, más manos que ayuden. Porque la violencia no se corta de raíz con castigos, sino con oportunidades reales. Y esta propuesta de Taja, aunque suene técnica, está llena de sentido común. ¿Será que por fin le apostamos a reconstruir en vez de solo castigar? Veremos si el Congreso está listo para ese cambio.