CDMX a 24 de octubre, 2022.- Entre el 1 y el 2 de noviembre los mexicanos realizan una serie de rituales que tienen su máxima representación en la ofrenda de Día de Muertos: altares llenos de colores, sabores y olores que se colocan cada año no solo en la intimidad de los hogares sino también en las oficinas, los hospitales y las plazas públicas del país para honrar la memoria de los que ya no están y recibir sus almas, aunque sea solo por una noche, en el mundo de los vivos.
Se trata de una fiesta, una celebración a la muerte que toma como punto de partida las raíces indígenas de las culturas autóctonas de Mesoamérica, según los historiadores, para fusionarse con las creencias católicas y dar lugar a una festividad que sigue evolucionando con el paso del tiempo.
¿Sabes cómo son las ofrendas y qué elementos la integran?
La ofrenda de Día de Muertos, según el Instituto Nacional de los Pueblos Indígenas (Inpi) de México, forma parte de un ritual en el que la intención es «estar cerca de nuestros muertos para dialogar con su recuerdo, con su vida».
Y para recordarlos y recibirlos en su regreso al mundo terrenal para compartir con los vivos, según las costumbres de la población mexicana, se montan altares llenos de colores, sabores y olores: flores de cempasúchil, calaveras de azúcar y chocolate, pan de muerto, agua, velas, fruta, vino, mole y toda la comida y bebida favorita de nuestros antepasados.
Esto no es más que el reflejo del sincretismo entre dos culturas: la cosmovisión de los pueblos indígenas y las creencias religiosas del catolicismo.
«Los europeos pusieron algunas flores, ceras, velas y veladoras; los indígenas le agregaron el sahumerio con su copal y la comida y la flor de cempasúchil (Zempoalxóchitl)», dice el Inpi.
El historiador Héctor Zarauz, autor del libro “La fiesta de la Muerte”, resalta otros elementos que se fueron sumando durante la conquista.
«Las cruces, que son representaciones del catolicismo, o algunas bebidas que se añaden a la ofrenda para los muertos, bebidas destiladas que no existían antes. Como tampoco lo que es hoy muy tradicional, el pan de muerto, ya que entonces no existía la harina”.
Entre cempasúchil, calaveras de azúcar y papel picado: los elementos que integran la ofrenda de Día de Muertos
La ofrenda de Día de Muertos puede variar dependiendo de la región del país en la que nos encontremos, pero hay una serie de elementos que son imprescindibles y que encontrarás en la mayoría de los altares, los cuales suelen estar organizados por múltiples niveles que simbolizan el camino que recorren los difuntos.
Los hay de dos niveles que representan el cielo y la tierra. Luego están los de tres que representan el cielo, la tierra y el inframundo. Por último, el de siete niveles simboliza los siete pasos por los que tiene que pasar el alma para entrar en la otra vida, según las creencias mexicanas.
Los altares o ofrendas se colocan, según la tradición, desde el 31 de octubre y este lista para recibir a los seres queridos la madrugada del 1 y 2 de noviembre, los días principales de esta celebración. El primero se recuerdan a los niños difuntos y el segundo a los adultos.
Estos son los elementos imprescindibles de una ofrenda o altar de muertos:
Agua: las ofrendas suelen hacer un guiño a los cuatro elementos de la naturaleza, incluida el agua que simboliza la pureza y se ofrece a las ánimas para saciar su sed después del largo viaje.
La sal: es el elemento de purificación, sirve para que el cuerpo no se corrompa, en su viaje de ida y vuelta para el siguiente año.
Veladoras y cirios: en el México prehispánico se utilizaban rajas de ocote. En la actualidad se usa el cirio en sus diferentes formas: velas, veladoras o ceras. La flama que producen significa «la luz», la fe, la esperanza y sirve como guía para que las ánimas puedan llegar a sus antiguos lugares y alumbrar el regreso a su hogar.
Copal, incienso y cruz de ceniza: para los indígenas, el copal era un elemento de oración y alabanza a los dioses mientras que el incienso se incorporó con la llegada de los españoles. Se utilizan para limpiar el lugar por si acaso rondan los malos espíritus. La cruz de ceniza sirve para que el alma llegue hasta el altar y pueda expiar sus culpas pendientes.
Flores de cempasúchil: dice la tradición que es a través del color naranja de esta flor que las almas de los que han partido encuentran el camino de regreso al mundo de los vivos.
Comida, bebida y pan de muerto: la comida tiene el objetivo de deleitar a los muertos que visitan la ofrenda por lo que siempre se colocan sus platillos favoritos. Para los adultos se suelen poner bebidas alcohólicas — el ron o el tequila son comunes — que los harán recordar sus momentos alegres. Mientras que a los niños se les ofrecen dulces típicos.
Se incluye el pan de muerto como el «cuerpo de Cristo», según las creencias católicas, y el chocolate que en la tradición prehispánica lo tomaban preparado con el agua que usaba el ánima para lavarse, así se impregnaban de la esencia del difunto.
Calaveras de azúcar: las medianas recuerdan que la muerte está siempre presente; las pequeñas son dedicadas a la Santísima Trinidad y las grandes al “Padre Eterno”. Las culturas mesoamericanas tomaban los cráneos de los prisioneros sacrificados y los formaban en hilera para honrar a los dioses, el altar era llamado tzompantli. Las calaveras hacen alusión a esa tradición prehispánica.
Papel picado y petate: el papel picado se usa comúnmente para representar el aire, además de dar un toque festivo. El petate se utiliza para que los muertos descansen y puede funcionar como mantel para colocar los elementos.
Las fotografías: las fotos de los seres queridos que ya murieron son uno de los elementos centrales en el altar de muertos pues dejan ver a quién está dedicada la ofrenda.
El izcuintle: el izcuintle es un perrito prehispánico cuya figura se ofrece en los altares dedicados a los niños como un juguete para que las almas de los más pequeños estén felices al llegar al banquete. El perrito izcuintle es el que ayuda a las almas a cruzar el caudaloso río Chiconauhuapan, que es el último paso para llegar al Mictlán, el inframundo para los mexicas.