Turismo Comunitario en México: ¿El distintivo que promete pero aún no entrega?

Por Bruno Cortés

El «Distintivo Turismo Comunitario» ha llegado a la mesa como la última promesa del gobierno para potenciar el desarrollo local en México. La idea suena encantadora: comunidades activamente involucradas en sus propios proyectos turísticos, sostenibles, prósperos y protegidos. Sin embargo, entre los discursos de oficina y las realidades del campo, algo parece quedarse a mitad del camino: los detalles.

La Secretaría de Turismo, en un movimiento que algunos llamarían estratégico y otros titubearían en definir, aún no detalla los requisitos específicos de este distintivo. ¿Es esto parte de una gran estrategia de inclusión que prioriza la flexibilidad, o simplemente falta de preparación? Mientras los posibles beneficiarios esperan instrucciones claras, el concepto de «turismo comunitario» flota como un globo de colores, atractivo pero intangible.

Se ha especulado que los requisitos incluirán la participación activa de las comunidades, infraestructura básica y prácticas de sustentabilidad. Pero, ¿qué tan realistas son estas condiciones para comunidades rurales que, en muchos casos, no tienen ni agua potable garantizada? ¿Cómo podría un comité comunitario cumplir con estándares que aún no están definidos por SECTUR?

Por otro lado, la sustentabilidad suena maravillosa en el papel. Conservar el medio ambiente y el patrimonio cultural es crucial, pero ¿qué pasa cuando el turismo exige más de lo que una comunidad puede ofrecer sin comprometer sus recursos? La falta de lineamientos claros sobre este punto deja la puerta abierta a interpretaciones ambiguas que podrían ser contraproducentes.

El silencio de SECTUR sobre un tema tan importante plantea una pregunta incómoda: ¿realmente están listos para implementar un distintivo como este? Mientras se espera claridad, las comunidades enfrentan la incertidumbre, y los operadores turísticos locales no saben si invertir su tiempo y recursos en algo que, a la fecha, no tiene estructura visible.

Por supuesto, la aprobación local y los planes de desarrollo también parecen imprescindibles. Pero, en un país donde la burocracia es casi siempre un obstáculo, ¿podemos imaginar a los comités comunitarios sorteando las interminables solicitudes, firmas y avales que estas propuestas suelen requerir?

La realidad del campo mexicano, con sus carencias, pero también con su innegable riqueza cultural y natural, necesita más que promesas vagas. Las comunidades necesitan acciones concretas, no otro membrete vacío.

Mientras esperamos que SECTUR hable claro, queda una reflexión más crítica: ¿estamos realmente listos como país para un turismo que sea comunitario, inclusivo y sostenible? Porque el distintivo, con todo y su potencial, no es más que una ilusión si no se acompaña de verdadera voluntad política y claridad operativa.

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