Trump y Bukele refuerzan su alianza con cárcel, migración y elogios

Washington, D.C. — El presidente salvadoreño Nayib Bukele fue recibido con honores en el Despacho Oval por Donald Trump, en un encuentro marcado por sonrisas, elogios y una contundente sintonía política. La reunión se convirtió en una muestra clara de cómo ambos líderes entienden la migración: con mano dura y pragmatismo.

 

“Nos están ayudando. Se lo agradecemos”, dijo Trump, al reconocer la cooperación de El Salvador en el encarcelamiento de cientos de migrantes deportados desde Estados Unidos, muchos de ellos sin juicio ni pruebas claras, pero señalados como pandilleros.

 

Bukele no se quedó atrás: “Tiene que liberar a 350 millones de estadounidenses de los delincuentes… para ello tiene que encarcelar a algunos. Así es como funciona”. La frase fue aplaudida por el círculo cercano del expresidente, donde figuraban figuras de línea dura como Marco Rubio, Kristi Noem y Pam Bondi.

 

El acuerdo migratorio entre ambos gobiernos ya ha tenido resultados: más de 200 personas deportadas bajo la Ley de Enemigos Extranjeros de 1798 —una legislación poco usada y reservada para tiempos de guerra— fueron enviadas a El Salvador a cambio de seis millones de dólares. El último grupo, de apenas diez migrantes, llegó el fin de semana pasado.

 

Consultado sobre si enviará más personas bajo este esquema, Trump fue claro: “Tantos como sea posible”. Incluso insinuó que podrían expulsar ciudadanos estadounidenses: “Podemos hacer cosas con el presidente por menos dinero y tener una gran seguridad”.

 

Pero no todo fue armonía. La deportación por error del migrante salvadoreño Kilmar Ábrego García puso en evidencia el riesgo del modelo. Aunque la justicia estadounidense ordenó su retorno, la Casa Blanca se niega rotundamente.

 

“Ningún tribunal de Estados Unidos tiene derecho a dirigir la política exterior de Estados Unidos. Fin de la historia”, sentenció Marco Rubio. Bukele, por su parte, respondió con cierta ironía: “¿Cómo puedo enviarlo de vuelta? ¿Como si lo hiciera entrar clandestinamente otra vez? No tengo ese poder”.

 

Pese a las duras medidas, Washington premió a El Salvador. El Departamento de Estado actualizó su evaluación de seguridad y movió al país al Nivel 1, la mejor calificación posible, incluso por encima de muchos países europeos. Este gesto busca incentivar el turismo y fortalecer las relaciones comerciales.

 

Además, el TPS (Estatus de Protección Temporal) sigue vigente para los salvadoreños en EE.UU., lo que permite que cientos de miles vivan y trabajen legalmente en ese país.

 

Estados Unidos es el principal socio comercial de El Salvador, sobre todo en sectores como el textil, el café, el azúcar y componentes electrónicos. Pero el verdadero músculo financiero está en las remesas: en 2024, los salvadoreños enviaron 8,480 millones de dólares, lo que representa el 23% del PIB nacional.

 

Sin embargo, las exportaciones salvadoreñas enfrentan un arancel universal del 10%, impuesto por Trump para “proteger” la industria nacional. Ni siquiera Bukele se libró de la tormenta fiscal.

 

La visita cerró con palabras que reflejan más que diplomacia: “Lo conozco desde que era muy joven. Me impresionó. De hecho, parece un adolescente”, dijo Trump sobre Bukele, dejando entrever una relación cercana.

 

Bukele se convirtió en el primer presidente latinoamericano en pisar el Despacho Oval durante el segundo mandato del republicano, lo que le otorga un lugar clave en la política exterior de Trump, justo cuando el tema migratorio vuelve al centro del debate electoral en Estados Unidos.

 

 

 

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