Por Bruno Cortés

En una movida que promete redefinir las relaciones bilaterales entre México y Estados Unidos, la administración de Donald Trump se prepara para lanzar una ofensiva sin precedentes contra los cárteles de la droga mexicanos, declarándolos oficialmente como «organizaciones terroristas extranjeras». Esta política, anunciada con gran estruendo, insinúa una serie de repercusiones diplomáticas, económicas y de seguridad que podrían transformar la dinámica entre ambos países.

Desde el mismo día de su toma de posesión, Trump ha dejado claro que no habrá medias tintas en su enfoque hacia el narcotráfico. La idea de designar a los cárteles como terroristas no es nueva, pero ahora, con el poder ejecutivo en sus manos, Trump ha prometido actuar de manera inmediata. Esta medida permitiría al gobierno estadounidense utilizar herramientas legales y militares que hasta ahora estaban reservadas para combatir el terrorismo global, incluyendo posibles acciones en territorio mexicano sin consentimiento previo.

La repercusión más inmediata de esta política es un aumento en la tensión diplomática entre ambos países. La soberanía de México ha sido un tema sensible, y la amenaza de intervención militar extranjera, aunque no concreta, ha puesto a prueba la paciencia del gobierno mexicano. La presidenta Claudia Sheinbaum ha respondido con firmeza, rechazando cualquier intento de violar la soberanía nacional de México, lo cual podría llevar a un enfrentamiento diplomático o incluso a una crisis internacional si las acciones de Trump se intensifican.

Economicamente, la designación de los cárteles como terroristas podría tener un impacto significativo. Las empresas estadounidenses que, consciente o inconscientemente, se benefician de negocios con entidades vinculadas a los cárteles, podrían enfrentar sanciones o ser bloqueadas por las instituciones financieras, afectando las relaciones comerciales entre los dos países. Además, el aumento de los aranceles como medida de presión para controlar la migración y el narcotráfico podría llevar a una guerra comercial encubierta.

En cuanto a la seguridad, esta nueva política podría provocar una escalada en la violencia dentro de México. Los cárteles, ya conocidos por su capacidad de adaptación y respuesta violenta, podrían intensificar sus operaciones para contrarrestar las nuevas presiones. La posibilidad de ataques selectivos o «operaciones especiales» contra líderes de los cárteles, propuestas por Trump, sugiere un escenario de conflicto armado que podría desestabilizar aún más regiones ya afectadas por la violencia.

Las fechas en las que estas políticas empezarán a implementarse son inciertas, pero desde el 20 de enero de 2025, con la toma de protesta de Trump, los planes ya están en marcha. Marco Rubio, como secretario de Estado, y Pam Bondi, como fiscal general, han sido designados para encabezar esta cruzada, indicando que desde el lunes siguiente al juramento presidencial, las acciones oficiales comenzarán.

Desde el punto de vista social, la narrativa de Trump ha causado un impacto significativo en la percepción pública de ambos lados de la frontera. En Estados Unidos, ha alimentado el miedo y la preocupación sobre la seguridad nacional, mientras que en México, ha generado una mezcla de indignación nacionalista y miedo a una intervención foránea. Las declaraciones de Trump sobre México siendo «dirigido por cárteles» solo han exacerbado estas tensiones.

Finalmente, aunque la idea de una «operación militar» contra los cárteles ha sido debatida y criticada, la administración de Trump parece decidida a mostrar mano dura. Esto podría no solo afectar el tráfico de drogas, sino también el flujo de migrantes y la cooperación en otros ámbitos como el comercio y la seguridad regional. La pregunta que queda en el aire es: ¿Será esta la estrategia que finalmente doblegue a los cárteles, o solo el comienzo de un nuevo capítulo de conflicto y desafío entre dos naciones vecinas?