Por Ander Masó
Con el entusiasmo que la caracteriza, Clara Brugada, jefa de Gobierno de la Ciudad de México, abrió las puertas de la nueva Agencia de Empleo Tecpantli Icpac, una obra descrita como un modelo de atención integral para quienes buscan empleo. El lugar, que en náhuatl significa “puerta al trabajo”, promete ser más que un espacio físico: una experiencia transformadora. Sin embargo, la magnitud de sus promesas genera preguntas sobre su viabilidad en un contexto de precarización laboral y desigualdad estructural.
Desde el estrado, Brugada enfatizó la necesidad de empatía en la atención a los desempleados. “No queremos un trato burocrático y déspota”, sentenció, mientras pedía al personal de la agencia ponerse en los zapatos de quienes, tras meses o años de búsqueda infructuosa, llegan con autoestima mermada. Palabras conmovedoras, sin duda, pero que dejan en el aire una inquietud: ¿cómo garantizar que la calidez y el respeto prometidos no se pierdan en la rutina del día a día?
La agencia no es solo un espacio físico. Según Brugada, es un concepto que busca elevar la dignidad de quienes se enfrentan al desempleo. Entre sus servicios se incluye desde orientación vocacional hasta acompañamiento a entrevistas laborales. Incluso, detalló, habrá un pequeño lunch para los solicitantes, un gesto simbólico que, aunque bien intencionado, palidece frente a los retos estructurales de un mercado laboral cada vez más competitivo y excluyente.
El evento contó con la presencia de figuras clave del empresariado capitalino, desde el presidente de la CANACO, José de Jesús Cárdenas, hasta representantes de la COPARMEX y CANIRAC. Todos ellos aplaudieron el esfuerzo gubernamental por reducir la informalidad, aunque pocos mencionaron los obstáculos que enfrentan las empresas para generar empleos dignos y bien remunerados en un entorno económico adverso.
Uno de los puntos más controvertidos fue el enfoque en las mujeres, un sector históricamente rezagado en términos de igualdad laboral. Brugada reconoció las desigualdades existentes: menor participación económica, salarios inferiores y una sobrecarga de trabajo no remunerado en el ámbito doméstico. Sin embargo, su propuesta de guarderías y lavanderías gratuitas, aunque necesaria, no aborda las raíces del problema. La perspectiva de género en las políticas laborales debe ir más allá de aliviar la doble jornada; debe garantizar oportunidades reales de desarrollo profesional y equidad salarial.
El discurso también incluyó un llamado al empresariado para enviar ofertas de empleo y colaborar en la misión de convertir a la Ciudad de México en un modelo de empleo digno. Pero, ¿es realista esperar que una oficina gubernamental pueda absorber las necesidades de una fuerza laboral donde la informalidad alcanza al 56% de los trabajadores?
La agencia, en palabras de Brugada, no es una solución aislada. Prometió conectar este espacio con ferias de empleo y el Sistema Nacional de Empleo, ampliando las oportunidades para los solicitantes. Pero el reto es monumental: en un país donde la precarización laboral y la falta de seguridad social son la norma, el éxito de Tecpantli Icpac dependerá más de la voluntad política para transformar el sistema que de las buenas intenciones de sus operadores.
¿Es Tecpantli Icpac una puerta al trabajo o solo una ventana a una promesa? La respuesta, como la dignidad laboral, aún está por construirse.