En un ambiente lleno de música, danza y tradición, la jefa de Gobierno, Clara Brugada Molina, dio inicio al programa Yólotl Anáhuac en San Juan Tlihuaca, Azcapotzalco, como parte de la conmemoración de los 700 años de la fundación de México Tenochtitlán. Este ambicioso proyecto busca resaltar la grandeza de los pueblos originarios de la Ciudad de México, transformando su imagen urbana y fortaleciendo su identidad cultural.
«Hoy hacemos justicia a los pueblos originarios, reconociendo su historia, lucha y resistencia. Transformamos no solo su entorno, sino también sus corazones», señaló Brugada.
Transformación integral
En apenas dos meses, el pueblo de San Juan Tlihuaca experimentó una renovación total:
- 570 luminarias LED para calles más seguras.
- 170 murales que narran su historia y cultura.
- 750 fachadas embellecidas con pintura, macetas y medallones decorativos.
- 17.5 kilómetros de calles intervenidas, con banquetas renovadas, jardineras, balizamiento y concreto estampado en tramos clave.
La mandataria destacó que estas acciones no solo mejoran el entorno físico, sino que también fomentan la convivencia y contribuyen a la construcción de paz.
Un homenaje a las raíces
Durante el recorrido, entre danzantes, chinelos y el aroma del copal, Brugada recordó la importancia de preservar las tradiciones y anunció la creación de museos comunitarios en los pueblos intervenidos, comenzando por San Juan Tlihuaca.
“El arte y la cultura son herramientas para la transformación. Que florezcan los pueblos originarios, ¡que viva San Juan Tlihuaca!”, exclamó.
Un modelo a replicar
El programa Yólotl Anáhuac continuará en otros pueblos de la capital, como Mixquic, en Tláhuac, reafirmando el compromiso de rescatar el legado de las comunidades originarias y fortalecer su papel como el corazón cultural de la Ciudad de México.
La alcaldesa de Azcapotzalco, Nancy Núñez Reséndiz, calificó esta intervención como histórica: «San Juan Tlihuaca es ahora un referente de transformación y orgullo para toda la ciudad».
Con este proyecto, Clara Brugada no solo embellece espacios, sino que también teje un puente entre el pasado y el futuro, reafirmando que los pueblos originarios son el alma de la capital.