El queso fundido, un aperitivo pegajoso y deliciosamente crujiente, no es solo un plato, sino una tradición que evoca recuerdos de reuniones familiares y festividades. Originario de la época de la Revolución Mexicana, este plato ha trascendido generaciones y fronteras, encontrando un lugar especial en las mesas tanto de México como de Estados Unidos.
Sofía Head, crecida en Monterrey, México, nos comparte cómo las carnes asadas de su familia no estarían completas sin el queso fundido, un plato que su abuelo preparaba meticulosamente en una sartén de hierro fundido sobre la parrilla. Hoy, Sofía continúa la tradición en Fort Worth, Texas, añadiendo toques personales como jalapeños y chorizo a su queso Chihuahua derretido.
El plato se popularizó durante la Revolución Mexicana, cuando los revolucionarios, facilitados por el sistema ferroviario, llevaban este fácil de preparar y nutritivo aperitivo a lo largo de México. Según Carlos Yescas, experto en quesos mexicanos, el queso fundido inicialmente se hacía con adobera, un queso similar a la mozzarella, y con el tiempo incorporó variedades como el quesillo en el sur y el Chihuahua o Monterey Jack en el norte.
Bricia López, quien dirige el restaurante Guelaguetza en Los Ángeles, prefiere usar el quesillo, un queso de su infancia en Oaxaca, sazonado con epazote, una hierba que complementa perfectamente la riqueza del queso.
La receta que compartimos hoy es una versión moderna que incluye champiñones y utiliza queso Oaxaca. Para empezar, marina los champiñones en una mezcla de jugo de limón, aceite de oliva, vinagre de sidra de manzana y ajo. Luego, hornea el queso con epazote hasta que esté completamente derretido y combine con los champiñones marinados para una explosión de sabor.
Este platillo no solo es perfecto para cualquier reunión sino que también es un viaje culinario a través de la historia y la cultura mexicana. Sirve el queso fundido con tortillas de maíz frescas o totopos y disfruta de un pedazo de historia en cada bocado.