CDMX a 2 de diciembre, 2022.- A mediados de mayo, la administración del presidente de EE.UU., Joe Biden, había autorizado a Chevron para iniciar negociaciones con la estatal Petróleos de Venezuela (PDVSA) para «actividades futuras». Y ese futuro parece estar llegando.
El fin de semana pasado el Departamento del Tesoro de EE.UU. emitió una licencia que autoriza a Chevron, bajo ciertas condiciones, producir y comercializar petróleo de Venezuela.
El 29 de noviembre, el ministro de Petróleo de Venezuela, Tareck El Aissami, se reunió con el presidente de Chevron-Venezuela, Javier La Rosa, y anunciaron la firma de contratos.
Independientemente del marco legal vigente, según las penalidades que mantiene la Oficina de Control de Activos Extranjeros de EE.UU. (OFAC), la nueva licencia implica una relajación de las sanciones que ha impuesto Washington sobre PDVSA, que han sido letales para la economía venezolana.
Recordemos también que el Departamento del Tesoro de EE.UU había permitido, hacia mediados de junio, a las empresas petroleras Eni (Italia) y Repsol (España), la comercialización de petróleo bajo unas condiciones legales estrechas (canje de deuda por petróleo) que al parecer no hicieron posible la continuidad de las transacciones, aunque varios barcos transportaron petróleo venezolano hacia puertos europeos.
«El reinicio de las operaciones de Chevron supone mucho más que un signo de atenuación de las sanciones, producto de las negociaciones entre el Gobierno y la oposición venezolana: implica el reconocimiento de la importancia del mercado petrolero venezolano para EE.UU y Occidente».
Es decir, el proceso de acercamiento lleva casi todo el año y no es hasta casi terminado noviembre, a pocas semanas de conocerse los resultados definitivos de las elecciones de medio término, cuando se dio el pistoletazo para la activación productiva de Chevron en Venezuela. Esta empresa no se había ido del todo, pero había paralizado sus actividades de explotación y comercialización debido a las sanciones mencionadas.
El reinicio de las operaciones de Chevron supone mucho más que un signo de atenuación de las sanciones como producto del avance de las negociaciones entre el Gobierno y la oposición venezolana el fin de semana en México: implica, sobre todo, el reconocimiento de la importancia del mercado petrolero venezolano para EE.UU y Occidente.
¿A qué va Chevron a Venezuela?
Chevron vuelve a operar en Venezuela con la intención de disputar la comercialización, producción y exploración del petróleo venezolano, que había desatendido debido a las diatribas políticas que llegaron a recrudecerse.
Ahora, Chevron será el pivote de EE.UU. para intentar «occidentalizar» la comercialización de petróleo que había estado desplazándose hacia el mercado oriental debido a las sanciones.
En este nuevo marcaje geopolítico de la comercialización de energía, Arabia Saudita y Rusia se acercan más a China, en cambio Venezuela queda mucho más próximo, geográficamente hablando, de EE.UU. y esto les convierte a ambos en socios comerciales casi naturales.
Se ha vuelto a poner de manifiesto, a raíz de las tensiones geopolíticas de este 2022, una interdependencia entre los dos países americanos, como ha sucedido desde comienzos del siglo pasado.
EE.UU., Europa y América Latina, en medio de la imprevisibilidad de los mercados y ante las nuevas posturas de Arabia Saudita y el bloqueo al petróleo y gas ruso, necesita recuperar el abastecimiento estable y seguro que tenían en Venezuela.
Por su parte, Venezuela necesita recuperar socios cercanos que le garantizan una absorción importante de su producción petrolera, así como la inversión para aumentar su industrialización, actualmente disminuida a menos de un tercio de su capacidad habitual.
La relajación del bloqueo tiene que ver con la necesidad que tiene EE.UU. de volver a controlar las reservas más grandes del mundo, que están en Venezuela.
Más zanahorias y menos garrote
Ya intentó hacerlo «por las malas». Washington llegó incluso a nombrar un gobierno paralelo en 2019 para derrocar al presidente Nicolás Maduro, aliado de Rusia y China. Desde la Casa Blanca se habló de una probable invasión al país caribeño.
Pero no lo logró y ahora viene «por las buenas», utilizando a la empresa Chevron para que sirva de comercializadora casi exclusiva de un petróleo, que está «confinado» debido a unas sanciones que ahora trata de desatar pero de manera quirúrgica, sin una apertura total, sino siempre intentando controlar y tutelar.
Para el Gobierno venezolano, la relajación de sanciones es un verdadero tanque de oxígeno. Primero, porque permite legalizar la venta de su petróleo (sancionado) en el mundo. Segundo, porque puede recuperar los precios internacionales que tenía que descartar debido al temor de sanciones hacia compradores a quienes tenía que ofertar con descuentos o incluso trueque por otros productos. Y tercero, y lo más importante, vuelve a posicionar a Venezuela en el mapa energético mundial.
«Chevron viene a confirmar que en la nueva cancha energética mundial, Venezuela (y sus reservas energéticas) es un territorio privilegiado para EE.UU. de cara al imprevisible futuro geopolítico».
El bloqueo financiero a la estatal petrolera venezolana significó la acentuación de una crisis hasta niveles inimaginables por la sociedad venezolana. Estos anuncios del Departamento del Tesoro significan una desescalada y también un primer desmontaje de la arquitectura de sanciones que aún pesa sobre Venezuela. Y también un reconocimiento de facto al presidente Nicolás Maduro.
Maduro no solo ha demostrado tener el control del Gobierno a pesar de todos los intentos de diversa índole que Washington gestionó para derrocarle u obstaculizar su gestión. También ha demostrado ser lo suficientemente pragmático como para atender las nuevas demandas mundiales en materia energética, sin que con ello desatienda sus buenas relaciones con países adversarios de EE.UU.
Por esto, Washington no ha esperado más por el cese de las funciones del primer mandatario y ha comenzado a desanudar unas relaciones signadas por la confrontación.
Chevron viene a confirmar que en la nueva cancha energética mundial, Venezuela (y sus reservas energéticas) es un territorio privilegiado para EE.UU. de cara al imprevisible futuro geopolítico.