Por Juan Pablo Ojeda
Noriyuki “Pat” Morita nunca imaginó que su vida, marcada por el sufrimiento y la adversidad, lo llevaría a convertirse en una de las figuras más queridas del cine estadounidense. Nacido el 28 de junio de 1932 en Isleton, California, Morita enfrentó desafíos inimaginables desde una edad temprana. Su infancia estuvo plagada de dolor y dificultades, pero estos obstáculos también forjaron al hombre que más tarde capturaría los corazones de millones con su inolvidable interpretación del sabio Señor Miyagi en la icónica película The Karate Kid.
El destino golpeó a Morita de manera brutal cuando, a tan solo dos años, fue diagnosticado con tuberculosis espinal. La enfermedad le obligó a pasar casi una década inmovilizado en hospitales, enyesado de pies a cabeza. Durante esos años de confinamiento, el pequeño Morita encontró un refugio en el humor. “Tenía que encontrar cosas que me hicieran reír”, confesó en una entrevista, recordando cómo el humor se convirtió en su salvación frente al dolor físico y emocional que enfrentaba.
Apenas se recuperaba del impacto de su enfermedad cuando la Segunda Guerra Mundial sumió a su vida en una nueva tragedia. Tras el ataque a Pearl Harbor, el gobierno de Estados Unidos ordenó la reubicación forzada de ciudadanos japoneses a campos de internamiento. A los once años, Morita fue trasladado desde el hospital al Gila River War Relocation Center en Arizona y, posteriormente, al campo de Tule Lake en California. Para un niño que había conocido solo la seguridad de un hospital, este cambio abrupto y las duras condiciones del campo de internamiento fueron devastadores.
A pesar de estos duros comienzos, Morita encontró una vía de escape en la comedia. Tras la guerra, su familia abrió un restaurante en Sacramento, donde él empezó a entretener a los clientes con su humor. Este amor por la comedia lo llevó a los clubes de stand-up de los años 60, donde actuó bajo el nombre artístico de “The Hip Nip”. A través de su comedia, Morita desafió los estereotipos raciales que plagaban Hollywood, haciendo frente a la discriminación con ironía y astucia.
Su esfuerzo dio frutos cuando, en 1975, fue elegido para interpretar a Arnold Takahashi en la popular serie de televisión Happy Days. Aunque este papel le otorgó fama, fue su interpretación como el maestro de karate, Señor Miyagi, en The Karate Kid de 1984, la que lo catapultó al estrellato. El personaje de Miyagi, sabio, paciente y amable, se convirtió en un símbolo de resiliencia y sabiduría. La actuación de Morita fue tan conmovedora que le valió una nominación al Oscar como Mejor Actor de Reparto, un logro significativo para un actor asiático-americano en esa época.
Sin embargo, la vida de Morita no estuvo exenta de problemas. Desde los doce años, el alcohol se convirtió en un mecanismo para lidiar con el dolor físico y emocional. A lo largo de su vida, Morita luchó con el alcoholismo, lo que afectó sus relaciones y su salud. En el documental More Than Miyagi: The Pat Morita Story, su esposa Evelyn Guerrero y sus colegas relatan cómo Morita era un “alcohólico funcional” que mantenía una fachada profesional mientras lidió con episodios de depresión y autodesprecio en privado.
Pat Morita falleció el 24 de noviembre de 2005, a los 73 años, debido a complicaciones renales relacionadas con su adicción. Su muerte fue una pérdida significativa para la industria del entretenimiento, pero su legado perdura. Ralph Macchio, su compañero de reparto en The Karate Kid, lo describió como “el Yoda humano de América”, una figura que personificaba sabiduría y enseñanza.
La influencia de Morita en la cultura pop es innegable. The Karate Kid no solo se convirtió en una película de culto, sino que también inspiró a generaciones de jóvenes a explorar las artes marciales y buscar mentores que enseñen valiosas lecciones de vida. En 2021, el documental More Than Miyagi ofreció una visión íntima de su vida, celebrando sus logros y arrojando luz sobre sus batallas personales. A pesar de sus luchas, Pat Morita dejó una marca imborrable en la historia del cine, y su figura sigue siendo una fuente de inspiración para muchos.