México vuelve a Davos: entre promesas verdes y una economía que pide oxígeno

Por Bruno Cortés

El Foro Económico Mundial de Davos 2025 arrancó con bombos y platillos, como cada enero en los Alpes suizos, entre copas de vino y discusiones globales. Pero este año, el regreso de México al escenario internacional marca un momento significativo tras años de silencio en este foro, que más bien parecían una pausa incómoda. Encabezando la delegación mexicana está Alicia Bárcena, quien con su conocida elocuencia y enfoque ambiental, busca posicionar al país en las discusiones sobre cambio climático y descarbonización.

La ausencia de México en Davos durante el sexenio anterior se sintió como un reflejo de un país que optó por mirarse al ombligo, mientras el mundo discutía sobre IA, energías renovables y desigualdad. Ahora, con Bárcena y la posible aparición de Marcelo Ebrard, el mensaje parece claro: México quiere recuperar su lugar en el escenario global. Sin embargo, la narrativa que acompaña a esta delegación choca con la realidad económica de un país que avanza con más voluntad que resultados.

Los números no mienten. El Indicador Global de la Actividad Económica (IGAE) mostró un 2024 con avances titubeantes y un crecimiento anual proyectado entre el 1.5% y el 2.0%, cifras que, aunque positivas, resultan insuficientes para la magnitud de los retos. El sector servicios y las actividades primarias brillaron en meses específicos, pero la industria—ese músculo esencial para la descarbonización—parece haber levantado pesas oxidadas.

Desde Davos, los discursos se enfocan en sostenibilidad, pero el trasfondo económico obliga a mirar con cautela. Las exportaciones, pilar de la economía mexicana, dependen en gran medida de un socio comercial impredecible: Estados Unidos. Mientras tanto, la inversión interna y la política monetaria se tambalean entre un optimismo controlado y la sombra de una consolidación fiscal que restringe el margen de maniobra.

La retórica en Suiza hablará de alianzas para un futuro verde, pero en casa, los problemas de informalidad laboral y una inflación que apenas empieza a ceder, golpean la percepción de una estabilidad que no termina de concretarse. Banxico, por su parte, busca apuntalar la economía con una política monetaria más relajada, pero la pregunta es si las empresas mexicanas tienen los pulmones para aprovechar ese oxígeno.

Y en este contraste entre la ambición internacional y los problemas domésticos, México encuentra su encrucijada. Los discursos en Davos tienen el potencial de abrir puertas, pero serán insuficientes si no se traducen en políticas públicas coherentes y resultados tangibles. El verdadero desafío no será arrancar aplausos en los Alpes, sino transformar esas palabras en acciones concretas que reactiven una economía cansada y eleven el bienestar de sus ciudadanos.

Por ahora, el Foro Económico Mundial brinda a México una plataforma para recordar que está presente. Pero la pregunta incómoda sigue siendo si esta presencia será suficiente para enfrentar la dualidad entre ser un actor global relevante y un país que, puertas adentro, sigue intentando encontrar su rumbo.

También te podría interesar

Deja un comentario