Un reciente estudio publicado en la revista Nature Astronomy ha sacudido nuestras ideas sobre la distribución del agua en los planetas, sugiriendo que podrían tener mucho más agua en su interior de lo que se pensaba. Según la investigación liderada por la catedrática Carlonine Dorn de la Escuela Politécnica Federal ETH de Zúrich, más del 80% del agua en la Tierra podría estar oculta en su núcleo, y lo mismo podría ser cierto para los exoplanetas.
Hasta ahora, la estructura de la Tierra —con un núcleo de hierro rodeado de un manto rocoso y océanos en la superficie— ha sido el modelo estándar para estudiar otros planetas fuera de nuestro Sistema Solar. Sin embargo, los científicos han descubierto que los exoplanetas son mucho más complejos de lo que se creía. La mayoría de los exoplanetas conocidos están muy cerca de sus estrellas, lo que significa que son mundos extremadamente calientes, con océanos de magma en su superficie.
La investigación de Dorn ha revelado que en estos mundos, el agua no solo se disuelve en los océanos de magma, sino que también se hunde junto con gotitas de hierro hacia el núcleo del planeta, donde queda atrapada para siempre. Este descubrimiento es crucial porque muestra que el agua en los exoplanetas podría estar mayormente en sus núcleos, bajo presiones tan altas que ya no existe como H2O, sino como hidrógeno y oxígeno.
Este hallazgo tiene grandes implicaciones para la astronomía, ya que podría haber llevado a subestimar drásticamente la cantidad de agua en los exoplanetas. Comprender cómo se distribuye el agua es clave para determinar las condiciones de habitabilidad de otros mundos. De hecho, si un planeta tiene agua en su atmósfera, probablemente tenga mucha más en su interior, lo que podría abrir nuevas posibilidades en la búsqueda de vida extraterrestre.
El telescopio espacial James Webb tiene entre sus objetivos confirmar estos aspectos, y ya ha encontrado indicios de interacciones entre océanos de magma y atmósferas en planetas como TOI-270d. Además, el estudio sugiere que las supertierras, que se creía que no podían albergar vida debido a sus capas de hielo a alta presión, podrían tener el potencial de desarrollar condiciones de habitabilidad similares a las de la Tierra. Esto podría cambiar radicalmente nuestra búsqueda de vida en el cosmos.
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