Por Juan Pablo Ojeda
En el marco de la celebración del Día de Muertos, cada elemento de la ofrenda posee un significado especial, y las velas y veladoras ocupan un lugar central en esta tradición. No solo adornan el altar con su luz cálida, sino que simbolizan una conexión profunda con las creencias ancestrales sobre la muerte y el más allá.
Luz que Ilumina el Camino de las Almas
Las velas en el Día de Muertos representan la luz que guía a las almas hacia el altar que sus familias han preparado. Se cree que al encenderlas, las llamas actúan como una guía para que los espíritus regresen al mundo de los vivos, permitiendo una reunión temporal con sus seres queridos. Este ritual no solo honra a quienes han partido, sino que les recuerda que son esperados y bienvenidos.
Cada vela en el altar puede tener un significado individual. En muchas comunidades, el número de veladoras se relaciona directamente con la cantidad de difuntos que se desea honrar. De este modo, las familias colocan tantas velas como seres queridos desean recibir, reafirmando que sus almas no están olvidadas, sino que son recibidas con luz y amor.
Simbolismo de Fe y Esperanza
Además de guiar a las almas, las velas representan la fe y la esperanza. Estas emociones son esenciales en la celebración, reflejando el deseo de que los seres queridos encuentren paz en su tránsito espiritual. La luz de las velas se convierte en una metáfora de la esperanza que mantiene viva la conexión entre el mundo terrenal y el espiritual, recordando que, aunque la muerte es inevitable, la memoria de los difuntos perdura.
El color de las velas también tiene un simbolismo particular: las velas moradas, por ejemplo, simbolizan el duelo y se colocan en forma de cruz para representar los cuatro puntos cardinales, ayudando a las almas a orientarse en su viaje.
Un Ritual Ancestral que Trasciende
El uso de velas y veladoras en las ofrendas tiene raíces en el sincretismo entre las tradiciones indígenas y las creencias católicas introducidas por los colonizadores. Antes de la llegada de los españoles, los antiguos mexicanos utilizaban rajas de ocote para iluminar sus ceremonias. Aunque hoy las velas han reemplazado a estas maderas, el propósito permanece: guiar a las almas y purificar el espacio.
Así, la ofrenda del Día de Muertos se convierte en un ritual que mezcla lo espiritual y lo profano, permitiendo que las familias se conecten con sus antepasados y celebren la vida y la muerte como dos caras de una misma moneda. Las velas, en su simplicidad, mantienen viva esta tradición y crean un puente entre los vivos y sus seres queridos que ya partieron.