Invalidar tu voto también es protesta: sal a votar y hazte visible

Por Bruno Cortés

En el marco de la inédita Elección Judicial propuesta para 2025, donde por primera vez se plantea que el pueblo elija directamente a jueces, magistrados y ministros, ha surgido un intenso debate sobre la legitimidad y la conveniencia de participar. Entre quienes critican este modelo y quienes lo apoyan, una postura parece ganar fuerza: la peor decisión posible es no participar.

Frente a los llamados en redes sociales a no acudir a las urnas como forma de rechazo al proceso, diversos analistas, activistas y ciudadanos han comenzado a promover una alternativa mucho más efectiva: expresar el desacuerdo directamente en la boleta electoral, mediante el voto nulo o la abstención activa.

“El problema de no votar es que no se contabiliza. Es como si no existieras. Pero si votas nulo, al menos hay una cifra concreta que puede interpretarse como una forma organizada de protesta”, explica la politóloga María Elena Gómez, quien ha seguido de cerca la discusión sobre esta elección.

De acuerdo con datos del INE en procesos anteriores, el voto nulo ha sido utilizado por sectores críticos del sistema como una manera de manifestar inconformidad, pero manteniéndose dentro del marco democrático. En elecciones federales recientes, estos votos han superado en ocasiones el 5% del total, lo que envía un mensaje claro: hay una parte del electorado que exige mejores opciones sin renunciar a su derecho al voto.

La participación ciudadana no solo es un derecho, sino también una herramienta de visibilización política. En contraste, el abstencionismo suele ser interpretado por las autoridades como apatía o desinterés, no como una protesta consciente. “No hay manera de distinguir entre quien se quedó dormido, quien no pudo ir, y quien está en contra del proceso. Todos aparecen en la estadística como lo mismo: ausentes”, señala el académico Javier Trujillo del CIDE.

En un momento político tan delicado, donde se discuten reformas estructurales al Poder Judicial, renunciar a participar podría abrir la puerta a decisiones unilaterales que no reflejen el sentir popular. Si la elección avanza con poca participación, los resultados pueden perder legitimidad, y con ello, la oportunidad de construir una verdadera justicia democrática.

El llamado no es a votar ciegamente, sino a hacer del voto una herramienta de expresión. Ya sea para apoyar a un perfil que se considere adecuado, o para invalidar la papeleta como muestra de rechazo al proceso, lo importante es acudir y dejar constancia.

En tiempos donde la democracia está siendo redefinida desde sus cimientos, la acción más poderosa no es quedarse en casa, sino tomar el lápiz en la casilla y marcar una postura. Porque incluso el desacuerdo tiene voz… siempre que se escuche en las urnas.

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