Este Día de Muertos, la tradición mexicana de recordar a quienes ya no están adquirió un significado profundo y urgente al rendir homenaje a periodistas, madres buscadoras y víctimas de feminicidio, personas que han sido brutalmente arrebatadas en un país donde la violencia y la impunidad parecen inquebrantables. A través de altares y ofrendas en distintos puntos del país, colectivos y organizaciones de la sociedad civil no solo honraron su memoria, sino que también alzaron la voz exigiendo justicia y un fin a la impunidad.
En un evento simbólico, la organización Artículo 19 instaló un altar para honrar a los 48 periodistas asesinados en los últimos seis años. De estos, 47 fueron víctimas de la violencia durante el gobierno de Andrés Manuel López Obrador, cifra que lamentablemente se iguala al saldo del sexenio de Enrique Peña Nieto. Desde el año 2000, se han documentado 168 asesinatos de periodistas en México, con cuatro registrados solo en 2024. “La violencia contra la prensa no es casual, es el resultado de la complicidad entre autoridades y grupos delictivos”, subrayó Artículo 19 en su comunicado, llamando al próximo gobierno a romper el ciclo de impunidad y evitar que estas «zonas de silencio» se expandan aún más.
La Glorieta de las Mujeres que Luchan en la Ciudad de México fue otro escenario de conmemoración y denuncia. Colectivas de madres buscadoras, defensoras de los derechos humanos y activistas colocaron una ofrenda dedicada a las madres que murieron sin encontrar a sus hijos, a las víctimas de feminicidio y a las defensoras del agua y la tierra que perdieron la vida en su lucha. Este altar también incluyó un «tendedero de brasieres» en solidaridad con las mujeres que luchan contra el cáncer de mama, un acto organizado por el colectivo Tetas y Rayas.
Estas conmemoraciones, realizadas el 1 y 2 de noviembre —días tradicionales para recordar a los «muertos chiquitos» y los «fieles difuntos»—, representan mucho más que una celebración de Día de Muertos. En México, uno de los países más peligrosos para ejercer el periodismo, la memoria de estas personas exige un cambio estructural. La demanda de justicia se convierte en una promesa de no olvidar, un recordatorio de que detrás de cada vida perdida hay una historia, una lucha y una comunidad que sigue clamando por respuestas y acciones contundentes.