El pejelagarto, un platillo emblemático del sureste mexicano, especialmente de Tabasco, ofrece no solo una experiencia gastronómica única, sino también una conexión directa con la prehistoria. Este «pez dinosaurio», considerado un fósil viviente, es una delicia culinaria que lleva a quienes lo prueban en un viaje por milenios de historia natural y cultural.
El pejelagarto habita en las aguas dulces del continente americano, desde Canadá hasta Costa Rica. La existencia de este pez se remonta a la Era Mesozoica, sobreviviendo cambios climáticos y geográficos que lo han llevado a ser el vertebrado de agua dulce más antiguo conocido. Su apariencia peculiar, con un cuerpo alargado y una cabeza que recuerda a los reptiles, fascina tanto a científicos como a gourmets.
En Tabasco, el pejelagarto no es solo un alimento, sino un símbolo de identidad y tradición. Durante la temporada de reproducción, entre abril y junio, se celebra la riqueza culinaria que ofrece este pez, preparándolo en diversas formas como tamales, asado, o empanadas. Estas preparaciones resaltan los sabores únicos del pejelagarto, ofreciendo a los comensales un pedazo de la historia y la cultura tabasqueña.
Además de ser una delicia, el pejelagarto representa una especie de conexión viviente con un pasado remoto. Su capacidad de adaptación y supervivencia es un testimonio de la resiliencia de la naturaleza. Este pez, que se ha mantenido prácticamente inalterado durante millones de años, es una muestra de la biodiversidad y riqueza natural de México.
Aunque el pejelagarto es un plato típico de Tabasco, su fama ha trascendido fronteras estatales, y ahora puede ser encontrado en mercados grandes como La Viga en la Ciudad de México. Para los viajeros y locales, probar el pejelagarto es una forma de experimentar la cultura y tradiciones del sureste mexicano, así como de disfrutar de una comida que es, literalmente, milenaria.