Por Bruno Cortés
En un país donde el campo ha sido el corazón de la tradición y la cultura, muchos jóvenes se están sintiendo excluidos y, en consecuencia, se están mudando a las ciudades en busca de oportunidades que parecen brillar más allá de los cultivos. Juan Francisco Espinoza Eguía, un diputado del PRI, ha decidido hacer algo al respecto. En un intento por cambiar esta narrativa, presentó una iniciativa para modificar la Ley del Instituto Mexicano de la Juventud, buscando incluir a los jóvenes rurales en programas que mejoren su salud y educación.
Espinoza Eguía hizo un llamado a todos, destacando que hoy en día el campo no es un destino atractivo para los jóvenes. A medida que las tecnologías avanzan y la producción de alimentos se moderniza, la falta de habilidades y capacitación se convierte en una trampa que limita sus posibilidades de empleo. Así que, ¿qué hacer? El diputado propone que se les dé más herramientas, como acceso a crédito y asistencia técnica, para que puedan desarrollar su potencial emprendedor.
Es importante entender que la desigualdad y la pobreza no son solo números en un informe; son realidades que afectan a millones, especialmente en las zonas rurales y en comunidades indígenas y afromexicanas. En el censo agropecuario del 2022, se reveló que hay 1.7 millones de jóvenes entre 15 y 29 años trabajando en el sector primario. Sin embargo, muchos se ven forzados a dejar su hogar y buscar fortuna en lugares donde no siempre son bien recibidos.
La propuesta de Espinoza Eguía no solo busca dar voz a estos jóvenes, sino también crear programas especiales dirigidos a ellos. La idea es que el gobierno federal desarrolle estrategias específicas que los ayuden a encontrar empleo en el sector agropecuario y a adquirir las herramientas necesarias para iniciar sus propios proyectos.
El diputado está esperanzado de que su propuesta sea bien recibida. En su camino, se ha asegurado de que en la Junta Directiva del Instituto de la Juventud estén involucradas las secretarías de Hacienda, Economía, Educación y Bienestar, todas clave para atender las necesidades del campo. Así que, mientras algunos jóvenes sueñan con un futuro diferente, iniciativas como esta pueden ser la chispa que encienda nuevas oportunidades en el campo mexicano.
La historia de los jóvenes rurales es una de lucha y resiliencia, y es fundamental que no solo se les escuche, sino que se les brinde las herramientas necesarias para construir su propio camino. Si logramos darles el apoyo que necesitan, podríamos cambiar la perspectiva del campo, convirtiéndolo de nuevo en un lugar de oportunidades.