Por Ander Masó
En el Antiguo Egipto, los juegos de azar no eran solo una forma de entretenimiento, sino un medio para leer la voluntad de los dioses. Los egipcios jugaban con dados hechos de hueso de animal, y estos vestigios arqueológicos nos hablan de una sociedad donde el juego tenía un matiz religioso. Imagina a Cleopatra, observando con curiosidad cómo los dados rodaban, quizás preguntándose qué dioses estarían riéndose o llorando con su suerte.
Saltemos a la Grecia y Roma antiguas, donde el juego era una parte integral de la vida social. Los griegos apostaban en las carreras de caballos y en las peleas de gladiadores, mientras que en Roma, los juegos de azar eran tan comunes que incluso se legislaba para controlar sus excesos. La palabra «casino» tiene sus raíces en el italiano «casa», reflejando los lugares donde la nobleza se reunía para jugar, discutir y disfrutar de la vida.
El primer casino oficial, el Ridotto en Venecia, abrió sus puertas en 1638, un lugar exclusivo donde la aristocracia podía disfrutar de juegos como el Biribi, un precursor del bingo, y la Basetta, similar al blackjack. Este establecimiento marcó el inicio de los casinos como centros de juego organizado, aunque su historia fue efímera, cerrando en 1774 por temor a la corrupción moral de la sociedad.
En el Nuevo Mundo, Las Vegas se convirtió en la capital indiscutible del juego. La legalización de los casinos en 1931 transformó esta ciudad desértica en un oasis de luces y promesas de fortuna. Los hoteles-casino surgieron como imponentes monumentos al entretenimiento, ofreciendo no solo juegos de azar sino espectáculos, comidas y una experiencia inmersiva que buscaba atraer a turistas de todo el mundo.
La evolución del juego no se detuvo en los límites físicos. La década de 1990 trajo consigo la revolución digital; los casinos online cambiaron el juego para siempre. Gracias a Internet, cualquier persona con una conexión podía ahora apostar desde la comodidad de su hogar. Microgaming lanzó The Gaming Club e Intercasino, pioneros en esta nueva era donde la ruleta, el blackjack y las tragaperras se trasladaron del físico al virtual.
Con la llegada de los casinos online, la industria no solo se globalizó sino que también se diversificó. Hoy existen plataformas que ofrecen desde juegos tradicionales hasta innovaciones como los casinos en vivo, donde crupieres reales interactúan con los jugadores a través de streaming, brindando una experiencia casi tangible de los casinos de antaño.
La tecnología ha permitido que el juego sea más accesible, pero también más complejo. Los avances en seguridad y en la experiencia del usuario han llevado a una proliferación de juegos en línea con gráficos impresionantes, rondas de bonos interactivas y una variedad de juegos que van desde lo clásico hasta lo futurista. Las tragamonedas, por ejemplo, han evolucionado de simples máquinas a sofisticados juegos con narrativas y temáticas de todo tipo.
México, con su rica historia de juegos desde la época prehispánica, ha visto cómo el patolli, un juego de azar con frijoles, se transforma en las modernas apuestas en línea. Durante el Porfiriato, México intentó replicar el glamour de los casinos europeos, pero las leyes y revoluciones han marcado un vaivén en la regulación de los juegos de azar en el país, hasta la apertura actual de casinos online bajo licencias estrictas.
El juego online no solo ha cambiado cómo, dónde y cuándo jugamos, sino también quién juega. La demografía de los jugadores ha ampliado sus horizontes, incluyendo a jóvenes, mujeres y personas de diversas culturas que antes no tenían acceso a este tipo de entretenimiento. La convivencia entre lo tradicional y lo digital es un testimonio de cómo el juego ha sabido adaptarse a cada nueva generación.
Finalmente, la historia del juego es una narrativa de adaptación y reinvención. Desde los suelos de piedra de las pirámides hasta el brillo de las pantallas táctiles, el juego ha sido, y sigue siendo, un espejo de la innovación humana, de nuestro deseo por el riesgo y, sobre todo, de nuestra eterna búsqueda por la diversión y la fortuna.