En el Día Mundial de Internet, nos adentramos en el complejo mundo de la red global para desentrañar quién realmente ostenta su propiedad y cómo se gestiona este recurso esencial en la vida moderna.
Internet, esa red de redes que conecta al mundo, no tiene un dueño único. Es un entramado de miles de redes individuales, cables, satélites y routers que operan de manera independiente pero interconectada. Esta infraestructura pertenece a una variedad de individuos, corporaciones y organismos gubernamentales, lo que hace que Internet sea de todos y de nadie al mismo tiempo.
Los proveedores de servicios de Internet (ISP) desempeñan un papel fundamental en la gestión de la infraestructura de Internet, siendo los responsables de suministrar la mayor parte de la red que la compone. Grandes empresas tecnológicas como Google, Microsoft y Facebook también tienen una participación significativa en la propiedad de la infraestructura, con casi el 10% de todos los cables submarinos en sus manos.
Sin embargo, la gestión de Internet va más allá de la infraestructura física. Los datos generados a través de la red son una fuente crucial de ingresos y poder, y su propiedad es un tema complicado. En general, los propietarios de las plataformas que producen datos, como Facebook, probablemente sean considerados los dueños legales de esos datos.
La historia de Internet se remonta a los años 60 y 70, con el desarrollo de ARPANET, una de las primeras redes en implementar la tecnología de conmutación de paquetes. El Protocolo de Control de Transmisión/Protocolo de Internet (TCP/IP), desarrollado por Vinton Cerf y Robert Kahn, se convirtió en el estándar para la comunicación en ARPANET y es la base de Internet tal como la conocemos hoy.
La creación de la World Wide Web por Tim Berners-Lee en 1989 revolucionó Internet, haciéndola más accesible para el público en general. Sin embargo, la brecha digital persiste, con países y sectores menos favorecidos experimentando una baja penetración y velocidad de Internet.
En resumen, Internet es un recurso global que pertenece a todos y a nadie al mismo tiempo, con una gestión compleja que abarca desde la infraestructura física hasta la propiedad de los datos. En última instancia, Internet debería ser para todos, pero la desigualdad en su acceso y uso plantea desafíos importantes para lograr esa visión.