Por Bruno Cortés
En un giro que nadie vio venir hace unos años, tres de los hombres más poderosos del mundo tecnológico —Jeff Bezos, Elon Musk y Mark Zuckerberg— se alistan para ocupar asientos de primera fila durante la toma de protesta de Donald Trump como presidente de los Estados Unidos. Su presencia no solo resulta un espectáculo mediático, sino también un mensaje político cargado de simbolismo y pragmatismo.
La ceremonia, que promete ser tan estruendosa como el propio Trump, tendrá a estos titanes de la innovación sentados junto a exmandatarios, miembros del gabinete entrante y legisladores. No es casualidad que Bezos y Zuckerberg hayan aportado un millón de dólares cada uno al fondo de la investidura presidencial. ¿Es esto un gesto de apoyo o un boleto caro para un asiento estratégico en el tablero político?
El escenario es peculiar: Jeff Bezos, dueño del Washington Post, un medio que no ha escatimado en críticas hacia Trump, ahora parece dispuesto a tender un puente. Mark Zuckerberg, por su parte, busca reparar la deteriorada relación de Meta con la administración tras años de tensiones por el manejo de datos y la moderación de contenido. Y Elon Musk, siempre impredecible, ya ha demostrado ser un aliado visible de Trump con significativas donaciones y participaciones en eventos clave.
Los rumores y las confirmaciones han encontrado en las redes sociales, particularmente en X, un terreno fértil. Usuarios no han tardado en señalar que este acercamiento parece ser un intento desesperado de los líderes tecnológicos por ganar favores y contratos federales en un clima de incertidumbre. ¿Acaso Silicon Valley se rinde al pragmatismo político?
Las críticas no se han hecho esperar. Desde las columnas del propio Washington Post hasta las plataformas de análisis político, la narrativa es clara: este movimiento no es más que un acto de supervivencia ante las posibles represalias de Trump contra las grandes tecnológicas. Las posturas de Trump sobre inmigración y libertad de expresión en línea han sido un punto de fricción constante, y parece que el mensaje ahora es “si no puedes con tu enemigo, únete a él”.
Sin embargo, el acto no está exento de contradicciones. Los tres empresarios han defendido valores que contrastan con las políticas de Trump, desde el libre tránsito de talento internacional hasta la promoción de la diversidad en sus empresas. Ahora, su asistencia a este evento sugiere que, cuando se trata de negocios, los ideales pueden pasar a un segundo plano.
Para el público, la imagen de los CEOs más influyentes del mundo tecnológico sentados al lado de Trump será un recordatorio de que el poder no siempre se rige por principios, sino por intereses. Silicon Valley, que alguna vez fue un bastión de oposición, parece ahora optar por un acercamiento pragmático.
La ceremonia no solo marca el inicio de un segundo mandato presidencial, sino también una nueva etapa en la relación entre Washington y Silicon Valley. Mientras Trump jurará lealtad al país, Bezos, Musk y Zuckerberg estarán allí, jurando lealtad, quizás, al pragmatismo político que define a los negocios del siglo XXI.