La influencia de la tecnología en la vida diaria es indiscutible, pero el psicólogo social Jonathan Haidt pone especial énfasis en cómo esta omnipresencia tecnológica está afectando de manera negativa a niños y adolescentes. En su obra «La generación ansiosa: cómo el gran recableado de la infancia está causando una epidemia de enfermedad mental», Haidt presenta un argumento convincente y preocupante sobre los efectos del acceso temprano y constante a smartphones y redes sociales.
Según Haidt, la exposición a estas tecnologías desde una edad temprana está contribuyendo significativamente a un aumento de trastornos mentales entre los jóvenes, incluyendo ansiedad y depresión. Este fenómeno se debe en parte a la forma en que los dispositivos móviles y las plataformas sociales capturan la atención de los niños, limitando su interacción con el mundo real y afectando su desarrollo emocional y social.
Haidt destaca una disminución en actividades físicas, como jugar al aire libre, que históricamente han jugado un papel crucial en el desarrollo de habilidades sociales y emocionales. El sedentarismo inducido por largas horas frente a pantallas no solo reduce la actividad física, sino que también priva a los niños de experiencias que son fundamentales para aprender a manejar riesgos y fracasos en un entorno seguro.
Otro aspecto preocupante que aborda Haidt es el diseño de las redes sociales, que están configuradas para fomentar la comparación constante y la aprobación de los demás, generando presiones adicionales y preocupaciones sobre la imagen personal entre los adolescentes. Estas plataformas, especialmente populares entre las niñas, pueden intensificar los sentimientos de insuficiencia y ansiedad durante una etapa ya de por sí vulnerable de la vida.
La Asociación Estadounidense de Psicología respalda las preocupaciones de Haidt, señalando que los niños no tienen el juicio ni el autocontrol necesarios para navegar de manera segura por estas plataformas, lo que sugiere que el problema va más allá de la supervisión parental y requiere una reevaluación de cómo se diseñan y regulan estas tecnologías.
Como solución, Haidt propone normativas más estrictas sobre el uso de la tecnología por parte de los jóvenes: prohibir smartphones antes de la secundaria, retrasar el acceso a redes sociales hasta los 16 años, eliminar los teléfonos de los entornos escolares y fomentar una infancia centrada más en el juego y la interacción en el mundo real que en la interacción virtual.
Este enfoque no solo busca reducir los efectos nocivos de la tecnología en la salud mental de los jóvenes, sino que también aspira a restaurar aspectos de la infancia que han sido desplazados por la digitalización, permitiendo un desarrollo más equilibrado y saludable.