Construir sin destruir: el plan verde para la vivienda en México

Por Bruno Cortés

 

En México, construir una casa nueva puede parecer solo cosa de cemento, varilla y planos. Pero si le preguntamos a las diputadas Iraís Reyes y Laura Ballesteros de Movimiento Ciudadano, dirán que esa visión ya está pasada de moda. Ellas tienen una propuesta: que cada nueva vivienda que se construya en el país sea también una aliada del medio ambiente.

Lo que proponen es una reforma a la Ley de Vivienda que meta en la ecuación algo que normalmente no se considera cuando se planea un edificio: su impacto ecológico. ¿Qué tanto contamina? ¿Qué materiales usa? ¿Cuánta energía gasta? ¿Se puede reciclar algo después de demolerlo? Todo eso empezaría a ser obligatorio tomarlo en cuenta si esta iniciativa se convierte en ley.

El punto de partida es sencillo: nuestras ciudades están creciendo, y lo están haciendo rápido. Más del 55% de la población mundial ya vive en zonas urbanas, y para 2050 esa cifra será de casi el 70%. Si seguimos construyendo igual, el planeta no va a aguantar. La solución, dicen las legisladoras, está en transformar la forma en la que se planea, diseña y construye cada metro cuadrado.

La reforma no solo busca cuidar al ambiente por buena onda. Está pensada para tener efectos muy concretos: reducir el consumo de energía, bajar las emisiones de gases de efecto invernadero (hasta en un 50%, según sus proyecciones), y darle nuevo uso a las 136 millones de toneladas de cascajo que se generan en construcciones y demoliciones. Es decir, menos contaminación, menos basura, y más eficiencia.

Uno de los puntos clave de la propuesta es el uso de ecotecnologías adaptadas a cada región del país, porque no es lo mismo construir en la selva chiapaneca que en el altiplano potosino. Esto implica sistemas de autoabastecimiento energético —como paneles solares o captación de agua de lluvia— y técnicas de construcción que se ajusten al clima y los recursos locales.

También se mantiene el impulso al uso de energías renovables que ya estaba en la ley, pero ahora se refuerza con la obligación de incluir sistemas de aprovechamiento energético dentro del propio diseño de la vivienda. En palabras más simples: que las casas nuevas ya vengan preparadas para gastar menos luz y agua desde el inicio.

Pero el asunto va más allá de las casas. Lo que estas diputadas están planteando es parte de una conversación más grande: cómo hacer nuestras ciudades más habitables, sostenibles y humanas. Porque hoy muchas urbes mexicanas están pensadas para sobrevivir, no para vivir. Con esta reforma, se quiere dar el primer paso hacia espacios urbanos donde la calidad del aire, el manejo de residuos y la planificación inteligente sean parte del paquete básico.

Además, se reconoce un pendiente que México no ha resuelto del todo: no existe un marco legal nacional robusto que regule la construcción sustentable, ni un sistema que califique o supervise las técnicas regionales de edificación. La propuesta busca empezar a llenar ese vacío con una ley que esté a la altura del reto ambiental que enfrentamos.

En resumen: esta reforma no va a cambiarlo todo de la noche a la mañana, pero es una señal clara de que desde el Congreso hay quienes ya entendieron que la lucha contra el cambio climático también se libra ladrillo por ladrillo. Porque, al final del día, no hay ciudad sustentable si no empezamos por la casa.

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