Por Bruno Cortés
¿Qué pasa cuando un mexicano decide casarse… consigo mismo? No, no es un chiste de Cantinflas ni una trama de La Rosa de Guadalupe. Es la sologamia, un fenómeno que, mientras en países como Japón o EE.UU. ya tiene hasta kits de boda, en México sigue siendo visto como un «ah, qué raro» entre legisladores que ni siquiera pueden ponerse de acuerdo en reformas más urgentes. Mientras el Congreso debate cómo regular TikTok o el agua embotellada, miles de jóvenes —y no tan jóvenes— firman votos de amor propio, se ponen anillos y celebran su independencia. ¿Narcisismo? Quizá. ¿Rebelión contra un sistema que idealiza el matrimonio tradicional? Definitivamente. Y lo mejor: no necesitan permiso de Morena, del PRI, ni del INE.

- La sologamia vs. la «matrimanía» mexicana
En un país donde la soltería todavía se mira con lástima y las tías preguntan «¿y para cuándo la boda?» en cada comida familiar, la sologamia es un acto casi subversivo. Datos del INEGI (2023) revelan que:
El matrimonio tradicional ha caído 18% en una década.
El 40% de los millennials prefieren vivir solos.
Y, sin embargo, ningún partido político ha tocado el tema (salvo para ridiculizarlo en algún talk show).
Ironía situacional: Mientras la Cámara de Diputados gasta horas en discutir si los perros deben llevar correa en parques (sí, pasó), las bodas consigo mismo —sin costo para el erario— avanzan sin regulación. ¿Será porque no dejan moches?
- Los arquetipos políticos: del «romántico institucional» al «soltero empedernido»
En el Congreso mexicano, la sologamia sería un terremoto de identidades:
El diputado «familia tradicional»: El que lleva 3 divorcios pero vota contra el matrimonio igualitario. «¡Eso de casarse solo es contra la moral!», dice, mientras su quinta esposa le revisa el celular.
La senadora «empoderada»: Publica #SelfLove en Instagram, pero en privado presiona a su equipo para que le consigan citas con empresarios.
El legislador «soltero eterno»: Vive con su mamá a los 50 años y jamás ha pagado una cuenta romántica. «¿Autoboda? ¡Eso suena a capitalismo woke!».

- ¿Y la ley? (O la falta de ella)
Aquí el verdadero drama: la sologamia no existe jurídicamente, pero eso no ha impedido que:
En CDMX, una influencer se «casó» en el Monumento a la Revolución con 200 invitados (y un mariachi que cantó «Yo soy mi propio amor»).
En Monterrey, un empresario incluyó su «unión consigo mismo» en su testamento. «Si me divorcio de mí, me quedo sin herencia», bromeó.
Mientras tanto, el Registro Civil ni se inmuta. «No hay formato para eso», dicen, pero aceptan bodas con Pokémon Go (sí, pasó en 2016).
Crítica al poder: Si un juez puede declarar «te declaro marido y mujer» a dos personas que se conocieron ayer en Tinder, ¿por qué no «te declaro… feliz contigo mismo»?
- El futuro: ¿Reconocimiento o burla institucional?
En otros países, la sologamia ya genera reacciones:
Portugal la rechazó como contrato legal, pero abrió el debate.
Japón tiene «paquetes de boda solitaria» en templos sintoístas.
México… sigue viéndolo como «cosa de gente rara».
Pronóstico: El día que un diputado o senador haga su autoboda (quizá después de un escándalo de corrupción), la SCJN entrará en crisis existencial. ¿Cómo anulas un matrimonio con uno mismo? «¿Divorcio o autoexilio?».
Cierre (con sabor a telenovela):
La sologamia no pide permiso. No necesita que AMLO la incluya en la Mañanera, ni que Santiago Creel la comente en Ventaneando. Es un síntoma de una sociedad que, ante la decepción de la política y las relaciones fallidas, elige ser su propio «hasta que la muerte nos separe». Y aunque a algunos les arda, tiene un mérito: es la única boda donde no hay riesgo de infidelidad.
¿Usted ya se juró amor eterno… o sigue esperando que el PRI le apruebe el sentimiento?