Por Juan Pablo Ojeda
El 1 de octubre de 2024 marcará un hito en la historia de México: Claudia Sheinbaum Pardo asumirá la presidencia, convirtiéndose en la primera mujer en ocupar el cargo en un país donde la política ha estado dominada por hombres. Sin embargo, la celebración por este avance histórico se verá opacada por una serie de retos económicos y sociales que la nueva mandataria deberá enfrentar con determinación y estrategia.
La economía mexicana, que ha mostrado un crecimiento decepcionante, con un aumento del PIB de apenas el 0.9% durante la administración de Andrés Manuel López Obrador, se encuentra en una encrucijada. La herencia más pesada que recibirá Sheinbaum es un déficit fiscal del 5.9% del PIB, el más alto desde la década de 1980, y la presión de los inversionistas para que implemente políticas que garanticen un marco regulatorio estable. «El principal desafío para la presidenta será reforzar la confianza del mercado», comentó Alberto Ramos, jefe del equipo de Investigación Económica para América Latina de Goldman Sachs.
Uno de los aspectos más preocupantes es la gestión de Petróleos Mexicanos (Pemex), una de las empresas más endeudadas del mundo, que representa una carga significativa para las finanzas públicas. Sheinbaum ha manifestado que no planea una reforma fiscal profunda, sino que buscará optimizar la recaudación en las aduanas y reducir la burocracia. Sin embargo, expertos advierten que se necesitará un ajuste fiscal considerable para mantener la percepción positiva que los mercados tienen de su gestión.
En el plano social, la violencia ligada al crimen organizado continúa siendo un tema candente. Durante los últimos meses del gobierno de López Obrador, se registraron aumentos alarmantes en los homicidios y enfrentamientos entre cárteles. La nueva presidenta deberá diseñar estrategias efectivas para abordar esta problemática, al tiempo que mantiene la integridad de las instituciones.
La presentación del primer presupuesto de Sheinbaum, programada para antes del 15 de noviembre, será observada de cerca por los analistas económicos. Este presupuesto será un indicador clave de su compromiso para reducir el déficit fiscal y estimular la inversión. «Lograr un ajuste fiscal de la magnitud necesaria no será una tarea fácil», advirtió Bernardo Keiserman, economista del banco Bradesco BBI.
A nivel internacional, México enfrenta el desafío del nearshoring, una estrategia que ha cobrado fuerza tras la pandemia. El país se presenta como un atractivo destino para la inversión extranjera directa (IED), pero las reformas polémicas, como la elección de jueces por voto popular y la eliminación de organismos autónomos, han generado preocupación entre socios comerciales clave, como Estados Unidos y Canadá. Moody’s ha señalado que estas reformas podrían afectar la calificación crediticia soberana de México.
A pesar de estos desafíos, la presidenta Sheinbaum tiene a su favor una base sólida de apoyo. Durante su mandato como jefa de gobierno de la Ciudad de México, logró avances en la reducción de la pobreza y el desempleo, y su victoria en las elecciones de junio fue contundente. Sin embargo, el verdadero reto será equilibrar la continuidad de las políticas sociales con la necesidad de un enfoque más disciplinado en materia económica.
En su despedida, López Obrador dejó claro que se va con la «conciencia tranquila», habiendo sentado las bases de lo que él considera una transformación necesaria para el país. Ahora, le toca a Claudia Sheinbaum tomar esas bases y convertirlas en un futuro sostenible y próspero para todos los mexicanos.
La pregunta que queda es: ¿podrá Claudia Sheinbaum no solo mantener el legado de López Obrador, sino también construir un camino sólido hacia el progreso en medio de un panorama complicado? Solo el tiempo lo dirá.