CDMX, 30 de noviembre del 2022.- Un combustible sostenible para la aviación (SAF) hecho con huesos de aceituna y otros residuos vegetales de la industria del sector de la oliva se está utilizando esta última semana en más de 200 vuelos en el Aeropuerto de Sevilla, España. Con esta acción, el país europeo se coloca a la vanguardia de la descarbonización del transporte aéreo.
«Esta iniciativa evitará la emisión de más de 200 toneladas de CO2, el equivalente a la plantación de más de 2.500 árboles«, aseguró la Compañía Española de Petróleos SAU, más conocida como Cepsa, quien proporcionará el biocombustible.
Sin embargo, España no es el único país que pone la mira en el desarrollo del sector de biocombustibles. Ameríca Latina ya hoy en día se posiciona como uno de los líderes del dicho segmento energético. Para conocer el panorama actual de los países latinoamericanos, así como las perspectivas a futuro de este importante sector, Sputnik conversó con el doctor Omar Masera Cerutti, director del Grupo de Innovación Ecotecnológica y Bioenergía, coordinador del Clúster de Biocombustibles Sólidos y premio nobel de la paz 2007 como parte del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC).
Según el informe Perspectivas económicas de América Latina (LEO) 2022: hacia una transición verde y justa, que fue presentado el 7 de noviembre en la COP27 en Sharm el Sheij, Egipto, América Latina y el Caribe constituyen una de las regiones más vulnerables al cambio climático. Sin embargo, la región está bien posicionada para embarcarse en una transición verde efectiva, puesto que cuenta con un gran potencial de recursos energéticos renovables.
Actualmente, las energías renovables representan el 33% del suministro total de energía en la región, en contraste con solo el 13% a nivel mundial. Pero la transición hacia cero emisiones, se detalla en el documento, se encuentra supeditada a una descarbonización sistémica mediante la electrificación de los distintos sectores económicos.
Al mismo tiempo, las inversiones en hidrógeno verde y en combustibles alternativos bajos en emisiones de carbono, tal como los biocombustibles sustentables, serán fundamentales para la descarbonización.
Biocombustibles sólidos, los más extendidos en América Latina
La bioenergía, que es la energía que viene de la biomasa, tiene muchas aplicaciones. De acuerdo con Masera Cerutti, existen tres grandes grupos:
1.
los biocombustibles sólidos, como la madera, leña, pellets, etc.
2.
los biocombustibles gaseosos, en donde está el famoso biogás.
3.
los biocombustibles líquidos, que son básicamente el etanol, el biodiésel y el combustible que se utiliza en los aviones, la turbosina.
En América Latina, explica el científico, los biocombustibles más utilizados son los sólidos, sobre todo la leña, cuyo uso se puede ver más que nada en las zonas rurales, en donde la utilizan para cocinar los alimentos, para calentar agua o como calefacción. Sin embargo, también se usa en las pequeñas industrias a partir de pellets, un biocombustible generado a mediante partículas de madera que se utiliza especialmente para aplicaciones que tienen que ver con la generación de calor. Aunque también existen iniciativas muy importantes para el sector residencial, como las estufas eficientes de leña, estufas de pellets y gasificadores.
De esta manera, los biocombustibles sólidos representan un porcentaje muy importante de la energía de estos países, entre el 10 y el 30%, de acuerdo con Cerutti. «En México, por ejemplo, la biomasa es el 10% del total del uso de energía y puede llegar a un 20-25%».
«Entonces, es toda un área donde la biomasa tiene un rol muy importante para la transición energética, porque son de los pocos combustibles que pueden dar alternativas al uso del petróleo, del gas natural que se usa sobre todo en la industria y en los sectores residencial y comercial», explica el nobel de la paz, que asegura que la biomasa se puede convertir en el 25% del consumo energético de la región.
En segundo lugar, se encuentra el sector del biogás, un combustible limpio que se utiliza para la generación de calor pero también de electricidad en los rellenos sanitarios, mediante el metano que se produce por descomposición. Por ejemplo, en los países ganaderos, a partir del estiércol y de los residuos orgánicos urbanos se obtiene este metano, que constituye una «aplicación muy importante de energía limpia de la biomasa».
La tercera vía es la de los biocombustibles líquidos, sector en el que Brasil es el segundo líder mundial, de acuerdo con cifras del Banco Mundial, después de Estados Unidos. Mientras que el 45% de la energía producida en el país proviene de fuentes renovables. Particularmente, desde 1975, con la creación del Programa Nacional de Etanol, el país suramericano ha producido este energético a gran escala, gracias a que es uno de los productores más importantes de caña de azúcar, que «utiliza en los combustibles en los coches de gasolina» en un 27%. Se espera que para el 2029, la cifra suba a 52% para reducir los gases de efecto invernadero.
Además del combustible de etanol, en América Latina se produce biodiésel, un combustible verde que se consigue a partir de las plantas que se llaman oleaginosas, de cuyas semillas o frutos puede extraerse aceite, ya sea comestible o industrial. Las más comunes son la soya, la palma de aceite, el cacahuate, el girasol, el maíz y el lino.
Masera Cerutti explica que el biodiésel viene normalmente de la soya, pero también de la proteína o de la planta llamada jatropha, conocida comúnmente como coquillo, coquito, cotoncillo, piñón, etc.
La oferta latinoamericana de biocombustible
Recientemente, en junio de este año, la Asociación Latinoamericana y del Caribe de Transporte Aéreo (ALTA) informó que BSBIOS, empresa brasilera nacida en el 2005 y que actualmente es la mayor productora de biodiésel en el país latinoamericano, está desarrollando el proyecto de construcción de la biorrefinería Omega Green en Paraguay, en la que producirá biocombustibles avanzados a partir del 2025.
Tan solo en 2021, la empresa vendió 895.463 metros cúbicos de biodiésel, lo que representa un incremento del 18,5% en relación con el 2020, así como una participación en el mercado de Brasil del 13,2%, según las cifras del Informe de Sostenibilidad 2021 de la compañía. Actualmente, BSBIOS tiene dos plantas de producción en Brasil.
En segundo lugar, se encuentra Argentina, de acuerdo con el doctor Cerutti, pues se trata de unos de los países con la superficie más grande de soya, lo que le permite tener una industria mayor del biocombustible. En ese país, actualmente operan más de 30 plantas de biodiésel distribuidas en distintas provincias, siendo Santa Fe la que concentra el 82% de la capacidad instalada.
Al respecto, Santiago Paz Brühl, consultor con más de 30 años en el sector, estima que para el 2030, la producción nacional de biodiésel en Argentina podría pasar de 5 a 9 millones de metros cúbicos, lo que representaría el 45% de la demanda. Mientras que, de acuerdo con información del diario La Nación, la Argentina exporta 1,2 millones de toneladas de biodiésel a la Unión Europea.
Turbosina, la única alternativa al petróleo
Sin embargo, Cerutti explica que el biodiésel aún se utiliza poco en los países de la región, además de que no tiene una posibilidad muy amplia de convertirse en una alternativa a gran escala en el sector transporte, ya que se requieren grandes extensiones de tierra, lo que ha provocado muchas críticas a este modelo agroindustrial por las enormes cantidades de insumos químicos que se emplean, la deforestación y hasta el uso de transgénicos, como en el caso de la soya.
Una opción, apunta el experto, es trabajar con los residuos de otras actividades, tal como en Sevilla, en donde utilizarán un biocombustible hecho a partir de huesos de aceituna y otros deshechos de la industria de la oliva.
«Entonces no veo una posibilidad más que, como ha pasado en algunos países, de verlos como combustibles que lo usan como oxigenante, o sea que, como mucho, pueden aportar un 10% del total, pero de ninguna manera como un reemplazo (…) tiene que haber un decrecimiento en el sector transporte para que pueda realmente tener un rol mayor», apunta el científico.
En cuanto a la turbosina, Cerutti considera que se trata de un combustible interesante, pensando ya en la transición energética, porque prácticamente es la única alternativa al petróleo en lo que respecta al transporte, fuera de los vehículos eléctricos. La razón de esto es que la demanda de combustible para los aviones es mucho menor que la demanda de diésel para los autotransportes, así que aquí, la bioenergía puede jugar un rol interesante en la región.
Nuevamente, hasta ahora los líderes son Brasil, Argentina y, más recientemente, Colombia, que puede incorporarse mediante la palma de aceite. En cambio, México tiene muy poca participación, aunque tiene potencial para generar turbosina como complemento.
Con todo, el Nobel de la Paz considera que Latinoamérica tiene una posibilidad muy alta en la industria de la biomasa porque posee áreas muy grandes y una densidad de población todavía pequeña, en comparación con otras regiones del mundo. Además, en muchos lugares, la agricultura es un sector muy importante, por lo que todos los países latinoamericanos tienen un gran potencial.
«Y este potencial, el mayor de todo, va por el lado de los usos para generar calor y cogenerar electricidad. Y en segunda medida, para complementar el uso de combustibles en el transporte», apuntó el físico.