Por Israel Vera
Reportajes especiales
En Ucrania, el tercer año de la guerra rusa ha llegado con un panorama sombrío. La población, agotada por la lucha, muestra signos de querer un fin negociado, aunque el presidente Zelenski mantiene una postura cautelosa frente a cualquier acuerdo que no garantice la seguridad a largo plazo de su nación. La victoria de Donald Trump en Estados Unidos ha sembrado dudas sobre el futuro del apoyo militar, lo que podría empujar a Ucrania hacia una mesa de negociaciones con menos respaldo que antes. Sin embargo, el cansancio de la guerra y la presión internacional podrían ser los catalizadores necesarios para un alto el fuego, aunque las condiciones de paz aún parecen lejanas.
Por otro lado, Oriente Medio sigue siendo un polvorín de tensiones y conflictos. En Gaza, la situación es crítica, con más de 330 palestinos muertos en lo que va del año, incluyendo un número alarmante de niños. Israel ha intensificado sus ataques, respondiendo a los ataques de Hamás, mientras la comunidad internacional intenta, sin mucho éxito, negociar un cese al fuego. La esperanza de una solución de dos Estados parece más distante que nunca, con cada bomba y cada misil que cae, aumentando la distancia entre la paz y la realidad.
El 2025 también ha visto esfuerzos de paz en otras partes del mundo, aunque con resultados mixtos. En Colombia, la «Paz Total» del presidente Gustavo Petro sigue siendo un objetivo esquivo, con la violencia entre grupos armados y el Estado que no cesa. Sin embargo, ha habido pequeños avances, como el alto el fuego con el ELN, que ofrece un atisbo de esperanza en medio de la incertidumbre.
El conflicto en Sudán, por su parte, se ha convertido en uno de los más sangrientos de la región, con un impacto devastador en la seguridad alimentaria y un éxodo masivo de personas hacia países vecinos. Los esfuerzos diplomáticos han sido confusos, y la amenaza de una guerra que podría expandirse por todo el Sahel sigue latente. La comunidad internacional busca desesperadamente evitar un colapso total, pero las soluciones parecen más difíciles de alcanzar cada día.
En cuanto a las nuevas tensiones, la posibilidad de una guerra regional en Oriente Medio es una preocupación constante. Los ataques de Israel en Líbano y Siria, y las respuestas de grupos como Hezbolá, mantienen a la región al borde de una escalada mayor. La diplomacia trabaja a contrarreloj, con mediadores de Estados Unidos, Egipto y Catar tratando de estabilizar una situación que parece cada vez más inestable.
El mundo, en su conjunto, parece atrapado entre la esperanza y el temor. La llegada de Trump a la presidencia de Estados Unidos, con su política de «America First», plantea interrogantes sobre el compromiso de Washington con los conflictos internacionales. Mientras tanto, la ONU y otras organizaciones luchan por mantenerse relevantes en un panorama donde las alianzas y los intereses nacionales cambian con rapidez.
En conclusión, 2025 es un año donde cada movimiento en el tablero geopolítico podría alterar el curso de la historia. La paz, cuando se logra, es frágil y siempre está al filo de la navaja. Los ojos del mundo están puestos en estos conflictos, no solo por su impacto inmediato, sino por lo que significan para el futuro de la estabilidad global.