Por Ander Masó
En Chiapas, el café no es solo una bebida; es una forma de vida y una fuente de orgullo. La producción de café orgánico aquí comenzó a ganar terreno en la década de 1980, cuando las comunidades indígenas y campesinas decidieron volver a las prácticas de cultivo tradicionales, evitando el uso de químicos para preservar la tierra y su biodiversidad. La sombra de árboles nativos como el ocote y el chirimoyo proporciona la protección necesaria para los cafetos, fomentando un ecosistema diverso que beneficia tanto a la planta como a la fauna local.
Chiapas es el principal productor de café orgánico en México, representando más del 40% de la producción nacional y situándose como uno de los líderes mundiales en este sector. Este logro se debe en parte a la certificación de numerosas cooperativas por organismos internacionales como Fairtrade y Rainforest Alliance, que garantizan prácticas de cultivo sostenibles y comercio justo. Estas certificaciones no solo aseguran un producto de alta calidad, sino que también mejoran las condiciones de vida de los productores, asegurando precios justos y apoyos para la comunidad.
El café orgánico chiapaneco se caracteriza por su aroma floral, su sabor con notas cítricas y frutales, y un cuerpo medio que lo hace ideal para tomarlo solo o en mezclas. Las condiciones climáticas y de suelo, junto con la altura en la que se cultiva, contribuyen a estas características únicas. Las regiones de Soconusco y la Sierra Mariscal son especialmente famosas por sus granos de café arábica, cosechados en altitudes que van de los 900 a los 1,700 metros sobre el nivel del mar.
La historia del café en Chiapas es también una historia de empoderamiento. Los pequeños productores, a menudo organizados en cooperativas, han encontrado en el café orgánico una vía para mejorar sus ingresos y mantener sus comunidades. Esta actividad económica ha permitido la construcción de escuelas, la mejora de infraestructuras y el acceso a servicios básicos en zonas rurales, demostrando el impacto positivo del café más allá de la taza.
La demanda internacional por el café orgánico de Chiapas ha crecido exponencialmente, con Europa y Estados Unidos como principales mercados. Sin embargo, esta popularidad trae consigo desafíos, como la necesidad de mantener la calidad a medida que la producción se escala y la lucha constante contra plagas y enfermedades sin recurrir a químicos.
Para los amantes del café, probar un café orgánico de Chiapas es una experiencia casi ceremonial. Cada sorbo es un viaje a través de los bosques nublados, un reconocimiento al trabajo de las manos que lo cultivan y una contribución al sostenimiento de una cultura y un ecosistema únicos.
En resumen, el café orgánico de Chiapas no es solo un producto de exportación; es una declaración de identidad, una promesa de sostenibilidad y un sabor que define parte de lo que significa ser mexicano en el mundo del café.