Política en Movimiento/Angélica Beltrán
CDMX a 25 de agosto de 2023
En la recta final para la elección del candidato presidencial de la oposición quedan dos mujeres con décadas de estar en la escena pública; la senadora priista Beatriz Paredes, ex gobernadora de Tlaxcala, embajadora de México en Brasil y legisladora eterna; y por el otro lado, Xóchitl Gálvez, exfuncionaria en el gobierno de Vicente Fox; exdelegada en Miguel Hidalgo, Ciudad de México y actual senadora de la República.
De este par saldrá la oferta electoral del Frente Amplio por México, el que aglutina a los tres partidos reconocidos en la escena política como la “oposición moralmente derrotada”: PRI, PAN y PRD; término acuñado por el presidente López Obrador (y aunque se quiera o no estar de acuerdo con el mandatario, el término atina a describir de cuerpo completo a estos partidos que han perdido credibilidad y con ello el voto mayoritario).
Tiempo de las mujeres
Así, en el preámbulo de la sucesión presidencial y bajo el slogan de que este es “el tiempo de las mujeres” los partidos en contienda impulsan a mujeres políticas, que en la esfera política se especula, podrían tener posibilidad de ganar la elección. Aunque, claro, el hecho de que mujeres gobiernen no significa, necesariamente una diferencia sustancial, ni siquiera superficial que las acciones de gobierno tendrían un hálito de perspectiva de género, un eje en curso en el quehacer público.
Y tal y como existe actualmente una vertiente de legislar con perspectiva de género y un juzgar con perspectiva de género; en caso de ganar una mujer la presidencia de México se obligaría –por forma—gobernar con perspectiva de género.
Sin embargo, lamentablemente, el que gane una mujer la primera magistratura no es garantía de que las acciones de gobierno se realicen bajo esa perspectiva, como se ha demostrado a lo largo de gobiernos de mujeres en México en las últimas décadas.
Al menos en el caso de Beatriz Paredes, cuya administración en Tlaxcala no dejó visos de hacer algo por la población femenina; sobre todo siendo Tlaxcala el estado de la República donde se desarrolla, hasta por cultura, la trata de personas, principalmente de mujeres y niñas; en un estilo tradicional, de casamientos y prostitución transfronteriza de mujeres casadas. Una práctica común en Tlaxcala, cuyos maridos son los “padrotes” de sus esposas.
Esta práctica que mucho se ha denunciado en medios de comunicación locales, nacionales e internacionales; ya que cualquier práctica si constituye un delito, aunque sea parte de usos y costumbres, debe castigarse y evitarse. Lo cual, nunca vio Beatriz Paredes mientras gobernó el estado conocido como el de los padrotes.
Por el lado de Xóchitl Gálvez, su perfil es, por decir lo menos, fastidioso, por su estridencia, vocabulario grosero; siendo en la forma, una copia de Vicente Fox, en mujer. Y en el fondo, además, la panista no cuenta con un plan de gobierno, sólo ocurren
cias. Por si fuera poco, Gálvez se muestra con un sello indígena, el que no ha implicado un trabajo real y consistente en el tema de los derechos y defensa de los pueblos originarios; sólo un distintivo en busca del voto popular.
En fin, el tema es que de entre Beatriz Paredes y Xóchitl Gálvez, no se hace una. Tal mala una como la otra; como lo han demostrado a lo largo de su trayectoria política y en su estilo personal de gobernar –nada qué destacar— ni Paredes como gobernadora de Tlaxcala ni Gálvez como delegada en Miguel Hidalgo, Ciudad de México.
Pero eso, al parecer, lo mejor que tiene la oposición para contender en las elecciones del 2024.
Veremos si una vez más pueden ganan las ocurrencias, los disparates y los discursos chuscos, que es lo que ofrece la panista; quien al parecer lleva la delantera respecto a la priista, quien se ha mantenido a flote en medio del naufragio del PRI.
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