A medida que la primavera despliega su esplendor, los Pueblos Mágicos cercanos a la Ciudad de México se visten de solemnidad y tradición para conmemorar la Semana Santa. Estos destinos, ricos en historia y cultura, invitan a vivir de cerca las expresiones de fe más profundas y a disfrutar de sus atractivos turísticos durante estos días de reflexión y celebración.
Taxco: Un escenario de devoción
Taxco, Guerrero, destaca por su Semana Santa, una de las más emblemáticas de México, con raíces que se remontan a 1598. La ciudad cobra vida con procesiones de penitentes encapuchados que, entre cadenas y fervor, recorren sus calles empedradas llevando imágenes religiosas hasta la Parroquia de Santa Prisca y San Sebastián. El Viernes Santo, la ciudad se sumerge en un silencio conmovedor, solo roto por el sonido de los tambores y los cantos de saeta.
Jalpa de Cánovas: Teatro y tradición
En Jalpa de Cánovas, Guanajuato, la Semana Santa se enriquece con La Judea, una representación teatral que evoca la Pasión de Cristo y la traición de Judas Iscariote. Con más de 300 actores y músicos en escena, este espectáculo se ha convertido en un atractivo cultural y espiritual que atrae a visitantes de todo el país.
Ixtapan de la Sal: Entre aguas termales y devoción
Ixtapan de la Sal, Estado de México, ofrece una experiencia única durante Semana Santa, combinando sus reconocidas aguas termales con las tradicionales procesiones y representaciones de la Pasión. Además, el fervor se intensifica con la veneración al Señor del Perdón, una imagen que concentra la fe y la esperanza de los creyentes.
Dolores Hidalgo: Altares de fé
En Dolores Hidalgo, cuna de la independencia de México, la Semana Santa adquiere una dimensión especial con la creación de altares dedicados a la Virgen María en el Barrio de San Juan. A través de esta expresión de fe, la ciudad rememora los sufrimientos de María durante la crucifixión de Jesús, en un ambiente de recogimiento y comunidad.
Tlayacapan y Malinalco: Encuentros culturales y espirituales
Tlayacapan, Morelos, y Malinalco, Estado de México, se convierten en escenarios de color y tradición. Mientras Tlayacapan ofrece procesiones vibrantes y el baile de los chinelos, Malinalco cautiva con su representación de la Pasión y su riqueza arquitectónica colonial. Ambos Pueblos Mágicos brindan una experiencia integral de cultura, espiritualidad y belleza natural.