Por Bruno Cortés
El pasado 5 de octubre, el Congreso de la Unión se vistió de luto para rendir homenaje a la maestra Ifigenia Martínez, una figura emblemática en la política mexicana. La sala se llenó de recuerdos y respeto mientras el féretro de la legisladora, cubierto con la Bandera de México, fue colocado frente a una fotografía que la inmortalizaba, rodeado de decenas de arreglos florales que hablaban del cariño que le profesaban sus colegas y amigos.
Ifigenia Martínez fue mucho más que una política; fue una luchadora incansable por la educación y la justicia social en México. Su trabajo en el Congreso no solo se centró en presentar leyes, sino que también buscó dar voz a quienes más lo necesitaban. Durante su carrera, abogó por políticas públicas que beneficiaran a las comunidades más vulnerables, siempre buscando que la educación y el bienestar social estuvieran al alcance de todos.
El homenaje, que se llevó a cabo de cuerpo presente, no solo fue una despedida, sino también una celebración de su vida y logros. Los asistentes compartieron anécdotas y reflexiones sobre su impacto en la política y en la vida de muchos mexicanos. Su legado vivirá a través de las políticas que ayudó a impulsar y de las personas a las que inspiró.
En este momento de tristeza, queda claro que el trabajo de Ifigenia Martínez en el Congreso no fue en vano. Sus esfuerzos para promover la igualdad y la educación son un faro que seguirá guiando a futuras generaciones de legisladores. En el fondo, todos saben que el verdadero homenaje que se le puede rendir es continuar su lucha por un México más justo y equitativo.
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