Por Bruno Cortés
El millonario que confundió el mundo con un centro comercial
Que nadie se diga sorprendido. Cuando pones a un magnate inmobiliario a dirigir la economía más grande del planeta como si vendiera penthouses en Las Vegas, lo lógico es que termine rematando la bolsa como si fuera viernes de liquidación. Y este 7 de abril, Wall Street cayó estrepitosamente como si alguien hubiera gritado “¡rebajas!” en pleno Nasdaq.
Sí, el “Lunes Negro” volvió, pero no con la elegancia de 1929, sino con la torpeza del proteccionismo trumpista que insiste en resolver los desequilibrios globales a punta de aranceles. Como si ponerle tarifa a la gravedad fuera a impedir que el imperio se desplome.
Aranceles para todos, y el caos también
Esta vez, el expresidente y ahora aspirante de tiempo completo, Donald Trump, decidió subir un 10% las tarifas a todas las importaciones, sin distinción. Y de pilón, aranceles “recíprocos” para quienes tengan déficits comerciales con EE.UU. Porque si tú me vendes más que yo a ti, entonces te castigo. La lógica es simple, como él.
Y claro, los mercados respondieron como siempre: corrieron en círculos, se arrancaron los cabellos (los que aún les quedaban) y luego vendieron todo como si se tratara de una fiesta de pánico. Lo más irónico es que esta política “para proteger a los trabajadores americanos” ya la vimos entre 2018 y 2019. ¿Y qué pasó? Que el trabajador americano terminó pagando más por su cereal, su coche, su celular… y su propia paciencia.
De cómo la guerra comercial fue guerra civil económica
Durante su primer mandato, Trump se peleó con China, Europa, México y hasta con Canadá. Impuso aranceles de hasta 25% a medio planeta, recaudó dinero, sí… pero no de los chinos, sino de los bolsillos de sus propios votantes. Y lo peor: se necesitó un rescate federal de 28 mil millones de dólares para apaciguar a los agricultores enfurecidos. O sea, les puso impuestos a sus aliados comerciales y luego usó dinero público para calmar el desastre. Un círculo virtuoso… del absurdo.
¿Y la Fed? Bien, gracias (con cara de “¿otra vez este señor?”)
Como si no bastara con la guerra de tarifas, Trump volvió a criticar a la Reserva Federal por no bajar lo suficiente las tasas de interés. Porque claro, si la economía se está sobrecalentando, lo mejor es ponerle más fuego. La Fed, con una cara de póker institucional, recortó tasas en 2019, pero dejó claro que lo hacía por razones económicas, no porque un presidente gritón lo exigiera por Twitter.
El show del derrumbe en tres actos
Lo de este 2025 tiene tintes de tragicomedia.
Acto 1: Trump lanza su nueva ola de aranceles desde su cuenta de redes sociales.
Acto 2: Wall Street cae 4.8% en un día y los mercados globales lo siguen como fichas de dominó.
Acto 3: Trump culpa a la “élite globalista” y promete que “todo va bien”.
Spoiler: no, no va bien.
Latinoamérica viendo desde la tribuna (y riéndose con respeto)
Mientras tanto, en esta parte del continente, desde Argentina hasta México, las bolsas se mantuvieron nerviosas, sí, pero más tranquilas que de costumbre. Acá sabemos de caídas, devaluaciones y crisis económicas como quien sabe de tortillas: con experiencia y resignación.
El surrealismo es ver a países como Japón, Alemania y Francia en plena caída libre bursátil, mientras nuestros economistas observan con la tranquilidad de quien ya se ha caído varias veces y sabe cómo levantarse… o al menos cómo caer con estilo.
El arquetipo de Trump: el millonario que odia a los mercados
Trump encarna ese personaje que en las telenovelas mexicanas se llama “el patrón”. Es autoritario, grita más que razona, se cree invencible y está convencido de que puede comprar la lógica. Pero lo que no ha entendido es que la economía no es un reality show, ni una torre de lujo en Manhattan. Y los mercados no obedecen a berrinches, sino a incertidumbres. Y él, para la economía mundial, es incertidumbre con cabello naranja.
Lo que se viene: más caos, más comedia
Los expertos ya advierten que esto puede detonar una recesión global. Los aranceles aumentarán el costo de vida, encarecerán las cadenas de producción y afectarán especialmente a los países exportadores. Eso sí, Trump seguirá vendiendo la idea de que está “haciendo grande a América otra vez”, mientras la realidad lo contradice en cada indicador económico.
Conclusión: el imperio se derrumba… desde la caja registradora
Lo más irónico de esta historia es que, en su intento por “proteger” la economía americana, Trump podría ser el arquitecto de su colapso. Como si fuera un vendedor que decide prenderle fuego al centro comercial donde tiene su tienda, sólo porque no le gustó el precio de la competencia.
Y nosotros, desde acá, miramos el incendio con un café en la mano, sabiendo que si algo hemos aprendido en América Latina es que del caos también se sale. Aunque a veces, primero haya que reírse para no llorar.