Por Bruno Cortés
El presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, ha causado revuelo al anunciar su intención de cambiar el nombre del Golfo de México por el de «Golfo de América», una propuesta que si bien puede parecer un acto de soberanía unilateral, choca con un complejo entramado de tratados internacionales y la realidad geopolítica de la región.
En una rueda de prensa en su residencia de Mar-a-Lago, Trump no solo criticó las políticas migratorias y comerciales de México, sino que también lanzó esta inesperada declaración sobre el Golfo de México. «Vamos a cambiar el nombre del Golfo de México a Golfo de América, que es un nombre hermoso y muy apropiado», afirmó, subrayando la influencia estadounidense en la zona. Sin embargo, esta idea no es tan sencilla como parece.
El Golfo de México no es solo un cuerpo de agua; es un escenario de cooperación y conflicto entre naciones. México tiene soberanía sobre su parte suroccidental, abarcando estados como Veracruz y Yucatán. Estados Unidos controla la porción norte, desde Florida hasta Texas, mientras que Cuba se beneficia de su Zona Económica Exclusiva que se extiende hacia el Golfo. La idea de cambiar su nombre unilateralmente por parte de Estados Unidos enfrenta barreras legales y diplomáticas.
El cambio de nombre en mapas y documentos oficiales internacionales requeriría más que un acto legislativo en Estados Unidos. La Organización Hidrográfica Internacional, de la cual ambos países son miembros, junto con otros organismos, tendría que reconocer y aprobar tal cambio. Además, México y Cuba, como estados soberanos con derechos sobre el Golfo, tendrían que estar de acuerdo.
Desde 1978, México y Estados Unidos han firmado varios tratados para delimitar sus fronteras marítimas. El Tratado de 1978 estableció las líneas de base para medir aguas territoriales y zonas económicas exclusivas, mientras que el Tratado de 2000 fue crucial para definir la plataforma continental más allá de las 200 millas náuticas. Estos acuerdos no solo han trazado límites sino que han forjado una relación de trabajo sobre recursos naturales, seguridad y medio ambiente.
La propuesta de Trump no es la primera vez que se discute un cambio de nombre para el Golfo. En 2012, un legislador de Mississippi propuso cambiarlo a «Golfo de América» como una broma, que nunca avanzó más allá de una propuesta legislativa. Esta historia sugiere que tales cambios, aunque pueden ser discutidos, rara vez se materializan sin un consenso internacional.
La reacción en México ha sido de escepticismo y humor. En las redes sociales, muchos han desestimado la idea, con usuarios como @faustozavala en X señalando que «cambiar el nombre al Golfo de México no va a suceder, está en la constitución y dudo que los sueños rancheros de Trump se conviertan en realidad en esto». Sin embargo, la seriedad con la que Trump ha presentado esta idea ha llevado a algunos a considerar sus posibles implicaciones diplomáticas.
La congresista republicana Marjorie Taylor Greene, conocida por sus posturas extremas, se ha apresurado a respaldar la idea de Trump, anunciando que presentará un proyecto de ley para hacer oficial este cambio. «Estaré presentando legislación ASAP para cambiar oficialmente el nombre del golfo de México a su nombre legítimo, ¡el golfo de Estados Unidos!», publicó en X, demostrando el apoyo dentro de ciertos sectores del Partido Republicano.
La propuesta de Trump, aunque puede ser vista como un acto de soberanía nacionalista, también resalta las tensiones y la complejidad de las relaciones internacionales en la región. Los expertos en derecho internacional y diplomacia han subrayado que cualquier intento de cambiar el nombre del Golfo de México sin el consenso de los países involucrados podría resultar en una crisis diplomática.
En conclusión, aunque la idea de Trump de renombrar el Golfo de México a «Golfo de América» puede captar titulares y generar debate, la realidad es que este cambio es improbable sin una negociación y acuerdo entre todas las partes interesadas. La historia y los tratados existentes muestran que el Golfo de México es un espacio compartido, no solo en términos geográficos sino también en el ámbito de la política y la cooperación internacional.