Teuchitlán: De la Gloria Arqueológica al Horror del Narco

Por Bruno Cortés

Imagínense un lugar donde los dioses prehispánicos y los demonios del narco conviven bajo el mismo sol. Teuchitlán, Jalisco, famoso por sus Guachimontones y su aire de postal turística, hoy huele a muerte y a vergüenza. El 5 de marzo de 2025, un crematorio clandestino del Cártel de Jalisco Nueva Generación (CJNG) salió a la luz en el Rancho Izaguirre, con hornos humeantes, restos humanos y más de 400 prendas que gritan las historias de los desaparecidos. ¿Cómo llegamos a esto? Entre la ineptitud de un alcalde que jura estar “limpio”, el grito de un senador que exige justicia y un país que arde en impunidad, esta columna destapa el desastre con ironía, furia y un poco de esperanza rota. Agárrense, que esto se pone feo.

El Crematorio de Teuchitlán: Un Horror que el Mundo No Ignora
El Rancho Izaguirre, a solo 3.5 km de la delegación municipal, no es un ranchito cualquiera. Tres hornos crematorios, fragmentos óseos y un montón de ropa desperdigada como en un tianguis macabro: así lo encontraron los Guerreros Buscadores de Jalisco tras una llamada anónima. Desde 2018, dicen los testimonios, el CJNG lo usaba para desaparecer gente, mientras la Guardia Nacional, que lo “aseguró” en septiembre de 2024, dejó el trabajo a medias. ¿Qué pasó? Nadie revisó bien, y los hornos siguieron echando humo. Negligencia o complicidad, elijan su veneno.
El mundo ya lo vio. The Guardian lo llamó un “símbolo de la crisis de desapariciones forzadas” en México, mientras Latin Times lo comparó con Auschwitz por las montañas de zapatos y mochilas. Más de 115,000 desaparecidos en el país, y este rancho es solo una pieza del rompecabezas. Organismos como Human Rights Watch y Amnistía Internacional aún no dicen “esta boca es mía”, pero su historial promete que pronto pondrán el grito en el cielo. Y mientras, aquí seguimos, con un turismo en picada y un prestigio internacional que se quema más rápido que los cuerpos en esos hornos.

El Alcalde “Limpio” y su Defensa de Caricatura
José Ascención Murguía Santiago, el edil naranja de Movimiento Ciudadano, salió el 13 de marzo de 2025 con su mejor cara de “yo no fui”. “Estoy limpio y dispuesto a declarar lo que sé”, soltó, como si con eso se limpiara la sospecha de años de narco-operaciones a un paso de su oficina. Su excusa es de antología: el rancho es ejidal, no paga predial, no está en el catastro. ¡Claro, cómo iba a saber que a 10,000 metros cuadrados de su municipio se los había tragado el CJNG! Ni Sherlock Holmes lo hubiera adivinado, ¿verdad?
El tipo jura que su policía no tiene nada que ver, que el turismo se le hunde por culpa de la mala fama y que él, pobrecito, no pidió ayuda estatal porque “había suficiente presencia”. Ajá. El fiscal Gertz Manero lo dijo sin filtro: es “increíble” que no supiera nada. Y aquí viene mi opinión: o este alcalde es el más despistado de la historia, o algo huele a complicidad disfrazada de ineptitud. La Fiscalía de Jalisco y la FGR ya investigan, y ojalá no se queden en promesas. Porque, vamos, ¿quién se traga que un centro de exterminio funcione años sin que el jefe del pueblo se entere?

Noroña: El Senador que Ruge desde el Olimpo
Gerardo Fernández Noroña, el senador de Morena que parece salido de un drama revolucionario, no se guardó nada. El 12 de marzo de 2025, aplaudió que la presidenta Sheinbaum pidiera a la FGR tomar el caso. “Es gravísimo”, tronó, y de paso le dio un coscorrón a la fiscalía de Jalisco por sus “tropezones”. Noroña, con ese estilo que divide entre héroe y villano, tiene razón en algo: este desastre rebasa a las autoridades locales, que o son inútiles o están vendidas. La intervención federal no es solo lógica, es urgente.
Pero no nos engañemos: también hay algo de teatro aquí. Noroña sabe que un caso así le da al gobierno de Morena un chance de oro para lucirse contra la impunidad, mientras patea el avispero de Jalisco, bastión del CJNG y de otros poderes. Mi postura es clara: la FGR debe entrar con todo, pero sin politiquería. Si no, será otro show más en un país donde las promesas valen menos que un billete quemado.

La Triste Realidad: Un País en Llamas
Teuchitlán no es la excepción, es la regla. Más de 115,000 desaparecidos, fosas por todos lados y un gobierno que, cuando no es cómplice, es ciego. Los colectivos como Guerreros Buscadores hacen el trabajo sucio mientras los de traje se lavan las manos. ¿Y el contraste? Brutal: de ser “lugar dedicado a la divinidad” a crematorio del narco, todo bajo la mirada de un alcalde que no ve y un sistema que no quiere ver.
La ironía duele: un sitio UNESCO ahora es noticia por hornos clandestinos. El turismo se desploma, la economía local tiembla y la imagen de México se hunde en el fango. Pero lo peor no es eso, es la normalidad con la que aceptamos que el horror siga creciendo.

Conclusión: ¿Hasta Cuándo, México?
Teuchitlán nos cachetea con la verdad: el poder y el crimen a veces usan la misma silla. El alcalde “limpio” y Noroña el justiciero son solo personajes en esta tragedia. Pero la pregunta no es qué dicen ellos, sino qué hacemos nosotros. Exijamos justicia, gritemos los nombres de los desaparecidos y no dejemos que sus historias se quemen en el olvido. Porque si no, queridos lectores, el próximo crematorio podría estar más cerca de lo que creemos. Y eso, sí, sería el colmo de la ironía.

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