Ciudad de México, 23 de noviembre del 2023 – Desde su apertura en octubre del año pasado, la Casa del Migrante Arcángel Rafael, ubicada en el barrio San Pablo de Iztapalapa, ha estado operando al máximo de su capacidad, reflejando así la compleja y multifacética realidad de la migración en México. A pesar de tener una capacidad para 200 personas, actualmente alberga a 250, extendiendo incluso su capilla como dormitorio. La situación se extiende más allá de sus puertas, con alrededor de 200 extranjeros ocupando las calles cercanas.
Estos migrantes, en su mayoría provenientes de Guatemala, Honduras y El Salvador, han mostrado respeto y consideración por las normas comunitarias, manteniendo las calles limpias y minimizando las obstrucciones en el tránsito. El padre Juan Luis Carbajal, director del refugio, ha expresado su deseo de que aquellos que duermen en la vía pública sean reubicados en albergues con condiciones dignas. Sin embargo, la larga y desalentadora espera para citas en la Ciudad de México hace que la situación sea aún más retadora.
La política migratoria del Gobierno de México (2018-2024) está fundamentada en el respeto a los derechos humanos, la inclusión y la perspectiva de género, buscando garantizar una movilidad humana regular, ordenada y segura. No obstante, la realidad en la Casa del Migrante Arcángel Rafael es un claro reflejo de la crisis migratoria que enfrenta la región.
A pesar de las dificultades, la comunidad local ha mostrado una notable solidaridad y apoyo hacia los migrantes. Vecinos como Javier Salazar y María de Lourdes Santillán han ido más allá de la mera tolerancia, proporcionando a los migrantes lonas, cartones, acceso a sanitarios y ayuda para conseguir cobijas. Esta actitud de la comunidad es un ejemplo de humanidad y comprensión ante un fenómeno tan complejo y desafiante como es la migración.
La situación en la Casa del Migrante Arcángel Rafael y sus alrededores es un llamado urgente a la acción. Resalta la necesidad de políticas públicas inclusivas y de un enfoque humanitario que aborde de manera integral la migración, siempre con un profundo respeto a los derechos humanos de los migrantes. La crisis migratoria no es solo un desafío para el gobierno y las organizaciones, sino también una oportunidad para que la sociedad muestre su solidaridad y compromiso con la dignidad humana.