Por Juan Pablo Ojeda
Estambul, una de las ciudades más pobladas y densas del planeta, vivió este miércoles un nuevo recordatorio de su fragilidad sísmica. Un terremoto de magnitud 6.2 sacudió la metrópoli turca cerca del mediodía, generando escenas de pánico que dejaron 151 personas heridas. Lo sorprendente es que las lesiones no se debieron al temblor en sí, sino a que los afectados saltaron desde lugares altos intentando huir del movimiento telúrico.
De acuerdo con el gobernador de Estambul, Davut Gül, quien informó a través de su cuenta oficial en la red X (antes Twitter), no hubo víctimas mortales ni personas en estado grave. “Unos 151 ciudadanos están en tratamiento en los hospitales, pero ninguno está en riesgo de muerte”, escribió.
El sismo ocurrió exactamente a las 12:49 h local con epicentro en el mar de Mármara, apenas a unos 20 kilómetros al sur del distrito de Silivri, y a una profundidad de 6.9 kilómetros, según el reporte oficial del organismo de emergencias turco, AFAD.
Afortunadamente, hasta las 15:30 h, casi tres horas después del evento, no se habían reportado daños estructurales graves ni afectaciones a los servicios esenciales como luz, gas, agua potable o alcantarillado. Solo se registró el colapso de un edificio abandonado en el distrito céntrico de Fatih, sin que nadie resultara herido.
Eso sí, el susto fue grande. Desde el primer temblor se han sentido más de 100 réplicas, de las cuales solo siete superaron la magnitud 4. Aunque menores, esas réplicas provocaron angustia entre los habitantes, quienes temen la llegada de un sismo aún mayor.
Y no es para menos. Estambul se asienta justo junto a la falla de Anatolia, una de las más activas del mundo. Con una población de 16 millones de personas, la ciudad es especialmente vulnerable, y los expertos llevan décadas advirtiendo que un terremoto de gran magnitud es inevitable, aunque nadie puede decir exactamente cuándo ocurrirá.
Por ahora, los equipos de emergencia siguen trabajando y monitoreando la situación. Mientras tanto, lo que dejó este evento no fue una tragedia, sino un mensaje claro: la preparación y la calma pueden marcar la diferencia entre la vida y la muerte.