Por Juan Pablo Ojeda
La política es un juego de matices y simbolismos, y cuando se trata de relaciones internacionales, cada gesto cuenta. La presidenta electa Claudia Sheinbaum Pardo ha despertado el interés mundial al explicar por qué no invitó al Rey Felipe VI de España a su toma de protesta programada para el 1 de octubre. La decisión ha generado controversia y ha puesto de relieve las complejas relaciones históricas entre México y España.
En una carta dirigida a la opinión pública y a los medios, Sheinbaum hizo un repaso de los antecedentes que llevaron a esta decisión. La controversia comenzó en marzo de 2019, cuando el presidente Andrés Manuel López Obrador envió una carta a Felipe VI, pidiendo un reconocimiento oficial de los agravios causados a los pueblos indígenas de México durante la Conquista. Sin embargo, esta misiva no obtuvo respuesta, lo que, según Sheinbaum, es una falta a la «mejor práctica diplomática». La omisión del Rey no fue el único factor: partes de la carta de López Obrador se filtraron a la prensa, lo que generó un clima de desconfianza.
La carta de Sheinbaum dejó claro que su invitación se limitó al presidente español, Pedro Sánchez, quien también le hizo una llamada para aclarar el asunto. Esto resalta un cambio de enfoque en la diplomacia mexicana: de un país que se ha sentido históricamente subordinado a una potencia colonial, a uno que busca reivindicar su identidad y derechos. «La relación se beneficiaría con una renovada perspectiva histórica», escribió Sheinbaum, enfatizando la necesidad de reconocer las identidades indígenas como un pilar fundamental en la transformación del país.
Sobre el comunicado del 24 de septiembre del Ministerio de Asuntos Exteriores, Unión Europea y Cooperación de España. pic.twitter.com/K1rFImrO4p
— Dra. Claudia Sheinbaum (@Claudiashein) September 25, 2024
A pesar de la tensión, la presidenta electa destacó que México y España comparten «una sólida relación de amistad», con vínculos económicos y culturales significativos. Recordó que México fue un refugio para muchos españoles durante su guerra civil, sugiriendo que, a pesar de las diferencias actuales, hay una historia compartida que puede servir de base para un diálogo más respetuoso y equitativo.
El tema de la identidad indígena es particularmente relevante en la agenda de Sheinbaum. Justo antes de su toma de protesta, se aprobó una reforma constitucional para reconocer los derechos de los pueblos indígenas y afromexicanos, lo que subraya su compromiso con una inclusión real y tangible en la política del país. «Es en esta diversidad donde encontramos la grandeza cultural de México», afirmó.
La controversia en torno a la ausencia del Rey Felipe VI puede ser vista como un síntoma de un cambio más amplio en la política mexicana, donde la soberanía y el respeto mutuo son cada vez más prioritarios. La reacción del gobierno español, que decidió no enviar representación a la toma de protesta, abre un nuevo capítulo en las relaciones bilaterales. ¿Podría esta exclusión ser el catalizador para un entendimiento más profundo entre ambos países?
Al cierre de su carta, Sheinbaum dejó un mensaje claro: la exclusión del Rey no es un final, sino un inicio. Confía en que la situación puede llevar a nuevas avenidas de diálogo, siempre bajo el marco del respeto a las soberanías de ambos países.
La política, en sus múltiples formas, es un reflejo de la historia. La llegada de Claudia Sheinbaum a la presidencia no solo es un cambio en la administración, sino un punto de inflexión en la forma en que México se ve a sí mismo en el escenario global. Y mientras el mundo observa, queda la pregunta: ¿será este un nuevo amanecer para la diplomacia mexicana?