Por Bruno Cortés
Bajo el liderazgo del senador Manuel Huerta Ladrón de Guevara, la Comisión de Agricultura del Senado se enfrenta a desafíos monumentales para proteger y potenciar la soberanía alimentaria y el futuro del campo mexicano. Con la promesa de legislar en favor de los cultivos nativos y contra el avance del maíz transgénico, el senador de Morena esboza una visión para un México donde la tierra y sus productores recuperen su protagonismo.
En una tarde soleada en la Ciudad de México, el senador Manuel Huerta Ladrón de Guevara, con su tono pausado y firme, detalla los retos que la Comisión de Agricultura debe afrontar. En el Senado, donde las voces de los agricultores parecen a veces un murmullo entre el bullicio legislativo, Huerta se erige como su defensor. «El campo mexicano es la raíz de nuestra cultura, y su protección es una tarea urgente», declara, mientras sostiene un grano de maíz criollo entre sus dedos, símbolo de la lucha que encabeza.
El primer reto, según Huerta, es la soberanía alimentaria. La reciente pérdida en una disputa comercial sobre el maíz transgénico con Estados Unidos ha dejado claro que México necesita fortalecer sus leyes para prohibir el cultivo de estos organismos modificados. «Nuestros maíces nativos no solo son un alimento, son nuestro patrimonio genético», explica, con una mirada que refleja la profundidad de esta batalla cultural y económica.
Otro desafío es la escasez de créditos y apoyos técnicos para los productores. «Sin acceso a recursos, la innovación y la sostenibilidad en el campo se quedan en meras promesas», señala Huerta, mientras camina por los pasillos del Senado, donde cada paso parece cargado de la responsabilidad de miles de familias rurales. La creación de bancos de semillas criollas y la formación de empresas campesinas para la comercialización de cosechas son propuestas concretas para enfrentar este obstáculo.
La prohibición de semillas transgénicas también está en la agenda. «Es una cuestión de salud y diversidad genética», argumenta, vislumbrando un México donde la agricultura no sea un monocultivo, sino una tapicería de cultivos tradicionales que resisten el paso del tiempo y las imposiciones del mercado global. La idea es legislar para que la Constitución proteja estos cultivos, un eco a las palabras de la presidenta Claudia Sheinbaum, quien ha abogado por estas medidas.
No menos importante es el reto de producir el doble de alimentos en los próximos 50 años con los mismos recursos naturales. «Es una ecuación compleja», admite Huerta, mirando hacia afuera de la ventana del Senado, donde la ciudad se extiende, recordándole la presión de una población creciente. Aquí, la apuesta es por la tecnología agrícola, pero sin olvidar las prácticas ancestrales que han mantenido a México alimentado durante siglos.
El senador también aborda la importancia de la cooperación entre México y Estados Unidos. A pesar de las tensiones comerciales, Huerta ve en el diálogo una oportunidad para encontrar soluciones que beneficien a ambos países, aunque siempre priorizando la autonomía mexicana en asuntos agrícolas. «Debemos ser firmes en nuestra defensa, pero también abiertos al entendimiento», reflexiona.
Finalmente, Huerta invita a todos los actores políticos y sociales a unirse en esta cruzada. «El campo no es solo de los que lo trabajan, es de todos los mexicanos», concluye, con una sonrisa que revela esperanza, sabiendo que el camino es largo, pero la causa, justa. En el Senado, cada ley, cada debate, ahora tiene el sabor de la tierra, de las milpas y de los sueños de un campo que no solo sobrevive, sino que prospera.