Cuando el sol se oculta en Taxco, las cadenas arrastradas por los penitentes resuenan en el silencio. Encapsulados en túnicas negras y capuchas que ocultan sus rostros, los miembros de las cofradías avanzan bajo el peso de cruces y símbolos de redención, mientras el olor a cera derretida y copal impregna el aire. Esta es la Semana Santa en Taxco, Guerrero: un ritual centenario donde la fe se vive con intensidad dramática y autenticidad que atrae a miles de visitantes cada año.
Taxco, reconocido mundialmente por su plata y arquitectura barroca, despliega durante estos días sus tradiciones más profundas:
- Procesión de las Tres Caídas: La más impactante, donde penitentes cargan imágenes de Cristo mientras algunos se flagelan en acto de expiación.
- Cofradías encapuchadas: Herederas de prácticas del siglo XVI, desfilan con cadenas atadas a los tobillos como símbolo de culpa.
- Noches iluminadas por velas: Las calles adoquinadas se convierten en un río de luz durante el Vía Crucis nocturno.
Más que religión: una inmersión cultural
Mientras las procesiones conmueven, Taxco ofrece otros tesoros:
- Plata y arte: Sus joyerías exhiben piezas elaboradas con técnicas ancestrales.
- Sabores de Cuaresma: Desde el bacalao a la vizcaína hasta las tortitas de camarón seco.
- Patrimonio vivo: El Museo de Arte Virreinal y la Parroquia de Santa Prisca, joya del barroco mexicano.
Estas manifestaciones no son solo espectáculo: «El dolor ritualizado es un lenguaje de fe que busca purificación», explica el cronista local Juan Méndez. Turistas y devotos coinciden en que presenciar estos actos —donde algunos penitentes caminan descalzos sobre piedras— genera una mezcla de admiración y sobrecogimiento.
¿Por qué ir? Taxco ofrece una Semana Santa distinta: sin artificios, donde la tradición se mantiene intacta. Como escribió Octavio Paz: «El mexicano no venera el sufrimiento, pero lo comprende». Aquí, esa verdad cobra forma en cada paso de los encapuchados hacia el Gólgota simbólico.