En el panorama político y social de México, la figura de Rosario Ibarra de Piedra se erige como un faro de esperanza y tenacidad. Nacida en 1927 en Coahuila, su vida tomó un giro inesperado y trascendental cuando en 1972 su hijo, Jesús Piedra Ibarra, desapareció tras ser acusado de pertenecer a la Liga Comunista 23 de Septiembre. Este evento marcó el inicio de una incansable lucha que la llevaría a convertirse en la primera mujer candidata a la presidencia de México en 1982, y posteriormente en 1988, además de ser una defensora implacable de los derechos humanos.
La desaparición de Jesús no solo fue el catalizador de la activación política de Ibarra de Piedra sino también el nacimiento del Comité ¡Eureka!, una organización dedicada a la búsqueda de desaparecidos y presos políticos durante la época más oscura de la represión gubernamental en México, conocida como la Guerra Sucia. El movimiento logró identificar y denunciar las acciones represivas del estado, consiguiendo la liberación de 1,500 presos políticos y el regreso de 57 exiliados, un testimonio del impacto que puede tener la resistencia civil organizada.
Más allá de sus logros en la arena política, Rosario Ibarra de Piedra ha sido una figura clave en la promoción de la democracia y los derechos humanos en México. Su nominación en cuatro ocasiones para el Premio Nobel de la Paz subraya la relevancia de su labor a nivel internacional, reconociendo su compromiso inquebrantable con la justicia y la verdad.
Como senadora y fundadora del Museo Casa de la Memoria Indómita, Ibarra de Piedra continúa su misión de mantener viva la memoria de los desaparecidos y de luchar por un México donde los derechos humanos sean respetados y valorados. Actualmente, su nombre es considerado para la Medalla Belisario Domínguez, uno de los más altos reconocimientos en el país, lo que evidencia su legado perdurable en la sociedad mexicana.