Ricardo Sheffield incomoda en Morena: ¿rompe filas o solo protesta?

En Morena hay unidad… siempre y cuando todos digan “sí, señor”

Parece que la luna de miel en Morena está en crisis. Ricardo Sheffield, ex procurador del consumidor y actual senador por Guanajuato, se hartó del “club de amigos” que dirige la bancada en el Senado. Su molestia no es por los cacahuates en la reunión legislativa, sino por sentirse ninguneado en una de las decisiones más delicadas del año: el nombramiento de magistrados electorales. Y aunque los rumores dicen que ya tiene un pie en Movimiento Ciudadano, él, por ahora, solo alza la ceja.

Una bancada que manda saludos, pero no invita a la fiesta

El 9 de abril, cuando se votó el nombramiento de 56 magistrados en 30 estados, Sheffield fue uno de los seis senadores que dijeron “ni de chiste”. ¿Por qué? Porque la decisión fue tomada por el círculo de Adán Augusto López sin consultar a muchos. En el caso de Guanajuato, su tierra, hasta le cambiaron la jugada: sustituyeron a Jazmín Carmona por Pablo Sharpe sin preguntarle. Esto desató un agarrón con la senadora Malú Mícher, otra guanajuatense de Morena. Y ahí quedó claro que ni en el terruño hay paz.

¿MC en el horizonte? Sheffield dice que no, pero…

Desde febrero de este año, corren rumores de que Sheffield está coqueteando con Movimiento Ciudadano. La versión es sabrosa: MC quiere reforzarse con figuras conocidas y Sheffield, con su paso por Profeco, es más reconocible que varios senadores juntos. Pero el propio Ricardo ha salido a decir, con un sarcasmo digno de tuit viral: “¿Por qué me iría?” Aun así, no se necesita una renuncia para evidenciar una fractura. El problema ya está ahí y Morena lo sabe.

El síndrome Adán Augusto: el que no se alinea, se margina

El problema no es solo Sheffield. Las tensiones internas han escalado desde que Adán Augusto asumió el liderazgo legislativo. Ya tuvo un pleito fuerte con Ricardo Monreal por el presupuesto del Senado en diciembre pasado, y ahora le hace sombra a la mismísima presidenta Sheinbaum al posponer la reforma contra el nepotismo hasta 2030, cuando ella la quería para 2027. O sea, una especie de “cuarta transformación paralela”, versión autoritaria.

La división que no se ve, pero sí se siente

Lo que está ocurriendo con Sheffield muestra que Morena se está volviendo un partido de dos velocidades: una donde se decide todo entre pocos, y otra donde los demás solo aplauden o se fruncen. En Guanajuato, la pelea entre Sheffield y Malú Mícher es solo la puntita del iceberg. Hay un descontento profundo entre quienes no se sienten parte del “núcleo duro”. Y eso, en tiempos preelectorales, es dinamita.

MC, el nuevo albergue de los desencantados

Movimiento Ciudadano no pierde el tiempo: sabe que hay mucho senador dolido, mucho exfuncionario sin futuro claro, y mucho voto que está buscando dónde caer. La figura de Sheffield, con su historial anticorrupción y su voz crítica, sería una joyita para el marketing naranja. El problema es que, mientras él lo niegue, Morena puede seguir ignorando el fuego interno… hasta que se convierta en incendio.

¿Morena perderá el control o aprenderá a escuchar?

Lo cierto es que Morena necesita introspección. El caso Sheffield es una advertencia: no todos están dispuestos a comerse decisiones impuestas con salsa de unidad. Y aunque por ahora él dice que no se va, el hecho de que se le esté cuestionando públicamente su lealtad demuestra que hay algo podrido en la bancada… y no es el café del Senado.

Morena debería tomar nota: no se construyen mayorías duraderas a punta de exclusiones. Y Ricardo Sheffield, que ya sabe cómo defender al consumidor, quizá ahora esté aprendiendo a defenderse de su propio partido.

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