Ricardo Monreal defiende al campo y promueve voto judicial con mano firme

El campo protesta, Monreal responde… y de paso lanza un guiño a la democracia

Mientras los agricultores de la UNTA siguen saliendo a las calles a gritar lo que siempre han gritado —que siembra sin apoyo es sentencia de hambre—, Ricardo Monreal, con ese tono de político curtido y gesto de yo también estuve en la trinchera, no se escondió. Reconoció que las exigencias campesinas son justas y que, ahora sí, el gobierno federal está actuando, no con promesas de saliva, sino con lana contante y sonante.

Lo dijo claro: el programa Sembrando Soberanía que impulsa la presidenta Claudia Sheinbaum no tiene precedente. Son 58 mil millones de pesos destinados a 300 mil productores que no son ni grandes terratenientes ni exportadores fifís, sino campesinos de a pie, los que siembran maíz, frijol y arroz en las tierras cada vez más secas del norte. Y sí, el programa incluye seguros agrícolas, porque la lluvia ya no cae cuando debe y el sol ahora quema en lugar de madurar.

Monreal defendió que la política pública está cambiando el chip: ya no se trata solo de dar créditos, sino de asegurar cosechas y de proteger a quienes alimentan al país de intermediarios abusivos que les pagan centavos por toneladas. Según él, ya hay un nuevo esquema de comercialización en marcha y el Legislativo está ahí para respaldarlo. ¿Demagogia? Quizá. Pero al menos esta vez viene acompañada de presupuesto y estrategia.

Pero Monreal no se quedó solo en el campo. También metió las manos en la arena electoral. Con ese temple de abogado que huele a amparo bien redactado, celebró que el Tribunal Electoral haya revocado la prohibición de promover la jornada electoral del 1 de junio. Porque —dijo— promover el día de la elección no es hacer campaña, es fortalecer la democracia. Y vaya que en estos tiempos, con tanto influencer electoral y bots patriotas, eso es decir mucho.

Claro, el entrevistador no se la dejó pasar fácil. Le recordó que Sheinbaum, allá en Michoacán, preguntó públicamente “¿qué vamos a elegir el 1 de junio?”, como si el INE fuera stand-up. Monreal, sereno, respondió que el Tribunal decidirá y que ellos —los legisladores— acatarán lo que se diga, pero que nadie puede prohibirle al pueblo saber cuándo votar. Y menos ahora que lo que está en juego es la elección directa de jueces, magistrados y ministros.

Porque, no hay que perderlo de vista, Monreal defendió con uñas y dientes la reforma judicial. La calificó como la más importante en la historia del país y reiteró que promover la participación ciudadana en esa elección inédita no solo es legal: es un deber democrático. Si no votas, luego no te quejes de que el juez te falló en contra, podría haber dicho, pero fue más institucional.

Al final, y no sin algo de colmillo político, Monreal hizo un llamado a todos los gobernadores y presidentes municipales, sin importar el partido, a que se contengan y no metan mano negra en la elección. Porque sí, promover el voto es válido; manipularlo, no. Y mientras los campesinos exigen precios justos y los ciudadanos exigen jueces independientes, parece que este político zacatecano intenta hacer equilibrio entre la protesta, la ley y el campo que, aunque seco, aún resiste.

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