Por Lidia Uribe
Amig@s, hoy les traigo una historia que parece sacada de una telenovela, pero es más real que la vida misma. Estamos hablando de Ana Colchero, la actriz que en los 90 iluminaba nuestras pantallas y robaba corazones con su actuación en series como «Corazón Salvaje» y «Nada Personal». Pero, ¿qué pasó con ella? ¿Por qué dejó de actuar cuando estaba en la cima?
Todo comenzó cuando Ana, con esa belleza y talento que la caracterizaban, decidió que la actuación ya no llenaba su espíritu. No es que no tuviera ofertas, no, ¡la tenían hasta en la sopa! Pero, amigos, Ana tenía otras pasiones que la llamaban a gritos. La escritura era una de ellas. Desde siempre, la pluma había sido su refugio, y en 2006, decidió publicar su primera novela, «Entre dos fuegos». Así, poco a poco, la actuación fue quedando atrás para darle paso a su nueva vida como escritora.
Pero no todo fue color de rosa. Ana tuvo sus más y sus menos con la industria del espectáculo, sobre todo con TV Azteca durante la grabación de «Nada Personal». La dejaron fuera del proyecto antes de terminarlo, y esto no fue por capricho. Había un conflicto serio por incumplimiento de contrato que la llevó a demandar a la televisora. Sí, ganó esa batalla legal cinco años más tarde, pero el costo fue alto: fue prácticamente vetada de la televisión mexicana.
Además, Ana siempre tuvo un corazón grande y comprometido con causas sociales. Su activismo político y social, especialmente en defensa de los derechos humanos y los pueblos indígenas, fue un factor determinante. No era solo una actriz, era una voz, una conciencia que no podía seguir callada o limitada por los horarios de grabación y las luces de los sets.
Hoy en día, Ana vive una vida mucho más tranquila, dedicada a sus libros y a su activismo, lejos de las cámaras y el glamour que una vez la rodearon. Así que, amigos, la próxima vez que vean una telenovela y extrañen a la inigualable Colchero, recuerden que ella eligió un camino diferente, uno donde la fama no es la meta, sino la satisfacción personal y el impacto social.
Y eso, mis queridos lectores, es una historia que vale la pena contar.