Por Bruno Cortés
Imagina esto: un rancho en Teuchitlán, Jalisco, donde el gobierno de Claudia Sheinbaum jura que el Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG) montó un campamento de verano para entrenar reclutas, no para matarlos.
Omar García Harfuch, el héroe de traje impecable, el Batman, según algunos políticos de la 4T, nos dice que Rancho Izaguirre era puro ejercicio físico y clases de tiro, pero ¿y las osamentas, los zapatos y las mochilas abandonadas? ¿Qué, se les olvidó recoger después del entrenamiento?
Mientras el gobierno pinta este cuadro de «todo está bien», las cifras de desaparecidos y asesinados de los últimos siete años —un grito ensordecedor de más de 200,000 ausencias— nos dicen que aquí hay más que un simple gimnasio narco.
La Versión Oficial: Un Narco-Campamento con Reglas
Omar García Harfuch, con esa calma que parece ensayada frente al espejo, salió en la mañanera del 24 de marzo de 2025 a contarnos el cuento. Según él, Rancho Izaguirre era un centro de adiestramiento del CJNG: reclutaban chavos con promesas de lana fácil —4,000 a 12,000 pesos semanales— en redes sociales, los llevaban al rancho, les quitaban el celular y los ponían a sudar la gota gorda un mes. Los que pasaban el curso se iban a engrosar las filas del cártel por el país. Los que no, bueno, digamos que no todos llegaron a la graduación.
José Gregorio “El Lastra”, el capo del rancho detenido en Cuajimalpa, confesó que al menos ocho muchachos fueron asesinados por rebeldes o por querer escaparse. ¿Y las osamentas? “No hay indicios de que fuera un campo de exterminio”, dice Harfuch, pasándole la papa caliente a la FGR, que sigue “investigando”. Mientras tanto, el gobierno presume 49 detenciones y 39 páginas de Facebook cerradas. ¡Qué héroes! Pero si era solo un campamento, ¿de dónde salieron esos restos que los colectivos encontraron?

Las Cifras: El Elefante en la Habitación
Si la versión oficial es una película de acción con final feliz, las cifras de desaparecidos y homicidios son el documental crudo que nadie quiere ver.
Vamos con los números, cortesía de INEGI, Statista y un poco de realidad:
Homicidios violentos:
2018: 35,000
2019: 35,000
2020: 35,000
2021: 35,684
2022: 32,223
2023: 30,164
2024: 30,000 (estimado)
2025: 7,000 (enero-marzo)
Desaparecidos (nuevos casos anuales):
2018: 25,000
2019: 26,000
2020: 27,000
2021: 28,000
2022: 29,000
2023: 29,872
2024: 30,000 (estimado)
2025: 7,500 (enero-marzo)
En siete años, los homicidios rondan los 235,000, y los desaparecidos superan los 200,000. Los asesinatos bajaron un poco, sí, pero las desapariciones no paran de trepar como si fueran alpinistas sin freno. ¿Y nos quieren hacer creer que Rancho Izaguirre era solo un gimnasio? Esos números no cuadran con la idea de un simple “entrenamiento”.

Ironía al Poder: ¿Qué Sigue, un Spa del CJNG?
Aquí está lo chistoso, si me permito el sarcasmo: el gobierno dice que no hay pruebas de exterminio, pero los colectivos como Guerreros Buscadores de Jalisco encontraron osamentas, ropa y mochilas que no son precisamente souvenirs de un retiro corporativo. ¿Qué eran, trofeos de los que no pasaron el examen final? García Harfuch insiste en que los muertos eran solo “castigos aislados”. Claro, porque ocho asesinatos confesados son peccata minuta en un país donde 30,000 desaparecen cada año.
Y luego está el detalle de que las autoridades no vieron nada en septiembre de 2024, pero los colectivos sí. Es como si el rancho tuviera un letrero de “Cerrado por vacaciones” que solo los federales podían leer. Mientras, las familias siguen cavando, y el gobierno sigue diciendo: “Aquí no pasa nada”.
El Rancho Es Solo la Punta del Iceberg
Llevo más de 30 años viendo cómo se mueven los hilos en el Congreso y los palacios de gobierno, y esta historia me huele a lo de siempre: una cortina de humo para tapar el desastre. Rancho Izaguirre no era solo un campamento de entrenamiento; era una pieza del rompecabezas de desapariciones que lleva décadas sin resolverse. Las cifras lo gritan: más de 200,000 desaparecidos desde 2018 no son un accidente, son una tragedia sistémica que el gobierno de Sheinbaum prefiere maquillar.
Si “El Lastra” dice que mataron a ocho, ¿cuántos más se perdieron en el silencio del rancho? Las osamentas no mienten, y las mochilas no se quedan solas por arte de magia. Esto no es ineptitud, es complicidad o ceguera selectiva. Sheinbaum y Harfuch pueden seguir con su guion, pero mientras la FGR “investiga” a paso de tortuga, el mensaje es claro: el poder prefiere la narrativa bonita al espejo incómodo de la verdad.

Basta de Cuentos, Queremos Respuestas
Rancho Izaguirre no es una anomalía, es un reflejo de un México donde los desaparecidos son estadística y los culpables, fantasmas. La versión oficial choca con los números y los hallazgos de quienes sí buscan: las familias.
Si Sheinbaum quiere credibilidad, que deje de vendernos gimnasios narcos y abra el rancho a una investigación de verdad, con la CIDH y organismos internacionales metiendo las narices. Porque mientras el gobierno juega al despistado, los muertos y los ausentes siguen esperando justicia, y nosotros, los vivos, seguimos esperando que alguien deje de tratarnos como tontos.