En términos diplomáticos, ¿qué quiere decir «pausa»? ¿Cómo se puede «pausar» una relación de 500 años, sanguínea, cercana, entrelazada como ninguna otra?
Ayer, para variar, el Presidente López salió con una novedad: que hay que «pausar» las relaciones de México con España. Y afirmó que compañías españolas como Repsol, Iberdrola y OHL nos han «saqueado» y que (en contubernio con el Gobierno español y los anteriores Gobiernos mexicanos) nos miran como «tierra de conquista».
No es nada fácil acumular más de tres errores en una sola frase, pero ayer el Presidente López lo logró.
Sobra decir que lo expresado por él es falso: Repsol, Iberdrola y OHL no vinieron a México a robar, vinieron a INVERTIR y trajeron miles de millones de dólares, creando empleos e infraestructura permanente.
Las acusaciones del Presidente no sólo son infundadas, son falsas, ¿qué interés, entonces, por buscar pleito con España?
Para empezar, dar otra cosa de qué hablar que no sea el OTRO PLEITO: éste con Estados Unidos por el rechazo de este país a la contrarreforma energética planteada por el Presidente. La cual ATENTA contra el medio ambiente, la libre competencia y el piso parejo para las inversiones, violando preceptos del T-MEC que SU GOBIERNO FIRMÓ.
Este gazapo diplomático del Presidente López nos hizo recordar -vía una larga asociación de ideas- a otro Presidente López de nuestra historia: éste, López de Santa Anna.
Cuando fue vencido en la batalla de San Jacinto por rebeldes texanos liderados por Sam Houston, fue capturado y llevado ante el líder de los insurrectos. Ahí, López de Santa Anna se dirigió a Houston con toda solemnidad y prosopopeya -como suelen hablar nuestros Presidentes- y le dijo: «Es usted un hombre de descomunal destino, pues ha capturado al NAPOLEÓN del Occidente». ¡Súmete concha en la arena! Así el ego.
(Y esto que lo agarraron, literalmente, como al Tigre de Santa Julia, sólo que en piyamas, pues estaba el generalísimo muy entretenido jugando al doctor con una esclava mulata, Emily Morgan, que recién se había robado de una hacienda cuando marchaba a enfrentar a los rebeldes texanos).
La moraleja de esto es que en nuestra historia cuando un Presidente (o líder) mexicano se desubica y se cree «Napoleón» acaba haciendo el RIDÍCULO. No permita la Guadalupana (versión nuestra de la muy española Virgen de Extremadura) que en su fabricado pleito distractor con España le acontezca lo anterior al hoy Presidente López, Obrador éste.
Ha pesado mucho en el ánimo del Presidente que saliera a relucir la nada austera y cómoda relación de inquilino de su hijo mayor con un ex directivo de una empresa texana contratista de PEMEX. Obviamente le dolió y se defendió golpeando (entre otros a doña Carmen Aristegui, quien no se lo merece), mostrando urgencia por CAMBIAR DE TEMA.
La relación de México con España no es un VCR o un Blu-ray que se pueda poner en «pausa». Esto bien lo sabe el Presidente, por lo que escandaliza premeditadamente con un tema apantallante y diferente para no hablar del repudio de Estados Unidos a su contrarreforma y de la nada transparente relación de su hijo con contratistas de PEMEX, demostrando con este hecho que SÍ SON IGUALES éstos que aquéllos.
La demostración de que la «pausa» -algo que no significa nada- es pura faramalla lo constata el hecho de que en el mismo discurso se contradice: afirma y luego se retracta.
Le preguntan los más pizpiretos que si piensa retirar al Embajador, y responde lo más rápido que puede, que «no, no, no». Que sólo habla, que sólo comenta, que manifiesta su opinión; nada en concreto, pues, en términos de la relación.
No así en el terreno diplomático, en el cual el mayor pecado es el INSULTAR: los verdaderos estadistas y diplomáticos no insultan.
Mucho tememos que por lo menos ayer el Presidente López, Obrador éste, INSULTÓ no sólo a las empresas españolas mencionadas, sino al Gobierno español.
Esto hizo a nombre del pueblo de México, algo a lo que NO TIENE DERECHO alguno.
Cuando habla el Presidente López lo hace como representante de México y los mexicanos, quienes NO COMPARTEN con él ese odio a España (tierra de sus ancestros, por cierto) y a las empresas españolas.
Por todo esto se le suplica, pues, al señor Presidente que se abstenga de arrastrar por el fango de la ruindad el buen nombre de México y de los mexicanos.