Por Juan Pablo Ojeda
Después de la reciente elección presidencial, el Partido Revolucionario Institucional (PRI) se encuentra sumido en una crisis interna que revela profundas divisiones y desencuentros entre su dirigencia y una parte significativa de su militancia. Alejandro “Alito” Moreno, actual dirigente nacional del PRI, ha prometido revitalizar al partido, pero enfrenta crecientes críticas por su manejo de la institución y por los cambios estatutarios promovidos bajo su liderazgo.
En medio de un proceso electoral aún no concluido, el PRI celebró su XXIV asamblea nacional, donde se aprobaron reformas controversiales, incluyendo una enmienda que permite a los titulares de la dirigencia y secretaría general reelegirse hasta por dos períodos adicionales, prolongando su mandato hasta por 12 años. Este cambio ha sido visto por algunos como un intento de consolidar el poder de Moreno, quien ya ha enfrentado cuestionamientos por el desempeño del partido en recientes elecciones, donde se perdió el control de varias gubernaturas y se redujo la representación en el Congreso.
Figuras prominentes del PRI como Manlio Fabio Beltrones, Dulce María Sauri, Enrique Ochoa Reza y Pedro Joaquín Coldwell, junto con alrededor de 200 militantes, han expresado su descontento con los cambios estatutarios y con la permanencia de Moreno en la dirigencia. Estos críticos han presentado recursos legales ante el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF) para impugnar la asamblea. Sin embargo, el tribunal ha remitido el asunto a la Comisión de Justicia del PRI para su resolución, sin que hasta ahora se haya emitido una decisión definitiva.
Manlio Fabio Beltrones, en particular, ha sido vocal en su oposición a la reelección de Moreno. En reuniones con delegados del PRI en Sonora, Beltrones ha enfatizado su rechazo a cualquier reforma que facilite la reelección de las dirigencias y ha criticado abiertamente a Moreno por su gestión. Esta postura ha llevado a Beltrones a enfrentar diversos procedimientos internos que podrían resultar en su expulsión del partido, debido a lo que se considera un ataque a la unidad ideológica y organizativa del PRI.
Alejandro Moreno, por su parte, ha respondido a las críticas de manera combativa. En declaraciones recientes, ha descalificado a sus detractores, acusándolos de contribuir a la mala imagen del partido y de no haber apoyado las campañas electorales. En una demostración de fuerza, Moreno logró asegurar el 97 por ciento de los votos en el Comité Ejecutivo Nacional, y en su primer mensaje tras la victoria, advirtió sobre posibles expulsiones de aquellos que, a su juicio, atenten contra el partido.
La situación en el PRI se ha convertido en un campo de batalla mediática entre los seguidores de Moreno y sus críticos. La persistencia de estas tensiones internas podría tener implicaciones significativas para el futuro del partido, en un contexto donde la capacidad del PRI para recuperar su influencia y cohesión será clave para su relevancia en la política mexicana. Mientras tanto, la resolución de las impugnaciones y el destino de figuras como Beltrones continúan siendo puntos críticos en la crisis actual del PRI.