Si te has preguntado por qué ciudades como Tijuana, Acapulco y Ciudad Juárez encabezan el ranking de las más peligrosas del mundo, la respuesta tiene mucho que ver con el crimen organizado, la corrupción y la desigualdad. El ranking de 2024 revela que de las 10 ciudades más violentas a nivel mundial, cinco son mexicanas. Estas ciudades enfrentan tasas alarmantes de homicidios, donde el narcotráfico y la falta de control por parte de las autoridades son problemas clave.
En primer lugar, Tijuana, que se encuentra al norte de México, lidera el ranking con 138 homicidios por cada 100,000 habitantes. Aunque esta ciudad es conocida por su cercanía con Estados Unidos, su situación se ha vuelto crítica debido a las disputas entre cárteles por el control de rutas de drogas hacia la frontera. La violencia en Tijuana no solo está afectando a las personas vinculadas al crimen, sino también a los ciudadanos comunes, que ven su día a día marcado por la inseguridad.
No muy lejos en el ranking se encuentra Acapulco, con 111 homicidios por cada 100,000 habitantes. Este destino turístico, que alguna vez fue sinónimo de lujo y descanso, hoy es una de las ciudades más violentas de México. Al igual que en Tijuana, los enfrentamientos entre grupos criminales han llevado a un aumento significativo en la violencia, deteriorando tanto su imagen como su calidad de vida.
¿Qué está pasando en las ciudades mexicanas?
El común denominador en estas ciudades es el crimen organizado. El narcotráfico es un problema grave, pero también lo son los delitos como el secuestro y la extorsión, que se han normalizado en muchas partes del país. Ciudad Juárez, por ejemplo, con una tasa de 86 homicidios por cada 100,000 habitantes, sigue sufriendo por su ubicación en la frontera norte, siendo un punto clave para el tráfico de drogas y armas. Las peleas por el control de estas actividades ilegales han convertido a Juárez en un campo de batalla entre diferentes cárteles.
La otra cara: pobreza y desigualdad
Otro factor que empeora la situación es la desigualdad económica. En ciudades como Irapuato y Ciudad Victoria, que también figuran en este ranking con tasas de homicidio similares, la falta de oportunidades es una de las causas que orilla a muchos jóvenes a integrarse al crimen organizado. La pobreza, la falta de empleo y la exclusión social generan un caldo de cultivo para que los delitos se disparen. Cuando la gente no ve alternativas legítimas para salir adelante, el crimen puede convertirse en una opción atractiva, especialmente en un entorno donde el Estado no tiene un control efectivo.
En estos lugares, la desconfianza en las autoridades es otro tema importante. El ciudadano promedio en ciudades como Tijuana, Ciudad Juárez o Acapulco ya no confía en la policía, y en muchos casos, teme más a los agentes que a los propios delincuentes. La corrupción dentro de las fuerzas policiales y los altos índices de impunidad solo agravan esta desconfianza. Esto permite que los cárteles y grupos criminales operen casi sin consecuencias, incrementando la violencia y manteniendo a la población en un estado de miedo constante.
¿Por qué México tiene tantas ciudades en el ranking?
El hecho de que cinco de las diez ciudades más peligrosas del mundo sean mexicanas no es casualidad. La estrategia de combate frontal contra el narcotráfico, implementada desde hace más de una década, ha generado una fragmentación de los grandes cárteles en pequeños grupos criminales que pelean entre sí por el control de territorios. Esta división ha hecho que la violencia se disperse en varias regiones, afectando a ciudades de todos los tamaños.
Además, la falta de políticas públicas efectivas para mejorar las condiciones sociales ha permitido que estos grupos encuentren en la pobreza y la desigualdad un terreno fértil para reclutar a nuevos miembros. En un país donde millones de personas viven en la pobreza extrema, el crimen organizado se ha convertido en una de las pocas “salidas” para quienes no tienen acceso a oportunidades de educación o empleo.
¿Qué se puede hacer?
Resolver esta situación requiere un cambio profundo en las políticas públicas. No se trata solo de una guerra contra las drogas, sino de atacar las causas estructurales de la violencia. El gobierno debe invertir en educación, empleo y programas sociales para reducir la desigualdad y crear un entorno en el que los jóvenes tengan otras opciones que no sean unirse a los cárteles.
A su vez, es urgente reformar el sistema judicial para combatir la corrupción y garantizar que los criminales enfrenten las consecuencias de sus actos. Solo así se puede restaurar la confianza en las instituciones y generar un verdadero cambio en la percepción de seguridad en las ciudades más afectadas.
En resumen, Tijuana, Acapulco, Ciudad Juárez, Irapuato y Ciudad Victoria son solo la punta del iceberg en un problema mucho más grande que enfrenta México. Si bien estas ciudades lideran la lista de las más peligrosas del mundo en 2024, sus problemas reflejan una crisis nacional que solo podrá resolverse atacando la violencia desde sus raíces.