París a 28 de julio, 2024.- La ceremonia de inauguración de los Juegos Olímpicos de París ha desencadenado una intensa polémica al incluir una parodia del famoso fresco «La Última Cena» de Leonardo Da Vinci, representada por drag queens, una modelo transexual y un cantante desnudo personificando al dios griego del vino, Dioniso. Este acto, que se llevó a cabo en el icónico río Sena, ha generado fuertes reacciones de la Iglesia católica francesa y políticos de extrema derecha, mientras que sus defensores lo aplauden por su mensaje de tolerancia y diversidad.
La Conferencia Episcopal Francesa emitió un comunicado expresando su profundo descontento: «Desgraciadamente, esta ceremonia ha incluido escenas de escarnio y burla del cristianismo, que deploramos profundamente». La representación no solo fue criticada por la Iglesia, sino también por figuras políticas de extrema derecha en Francia y otros países. Marion Marechal, una prominente política de extrema derecha, expresó su indignación en redes sociales: «A todos los cristianos del mundo que están viendo la ceremonia de #París2024 y se han sentido insultados por esta parodia drag queen de la Última Cena, sepan que no es Francia la que habla, sino una minoría de izquierda dispuesta a cualquier provocación».
El empresario estadounidense Elon Musk también se sumó a las críticas, calificando la representación como «extremadamente irrespetuosa con los cristianos».
Por otro lado, Thomas Jolly, el director artístico de la ceremonia, defendió la inclusión de la polémica escena: «En Francia, la gente es libre de amar como quiera, es libre de amar a quien quiera, es libre de creer o no creer». Francia, conocida por su herencia católica, también posee una larga tradición de laicismo y anticlericalismo, donde la blasfemia es legal y considerada por muchos como un pilar esencial de la libertad de expresión en una sociedad democrática.
Philippe Katerine, uno de los protagonistas de la escena, también defendió la representación: «No sería divertido si no hubiera polémica. ¿No sería aburrido si todo el mundo estuviera de acuerdo en este planeta?».
La ceremonia, que atrajo a millones de espectadores en todo el mundo, pretendía celebrar la vibrante vida nocturna de París y su reputación como un lugar de tolerancia y subversión. La representación de «La Última Cena» con un elenco diverso buscaba reflejar estos valores, aunque terminó siendo un foco de controversia.